Juan Cruz Triffolio

TRIFFOLIO JACComo impresionante y singular pudiese ser calificado el inicio de la amistad y el compromiso social entre el profesor Juan Bosch y Gaviño y el doctor Salvador Allende, dos colosos ejemplos de la dignidad y el decoro en las luchas por la soberanía, las libertades públicas y el respeto de los Derechos Humanos en América Latina.

En torno a su primer encuentro se registra que fue realizado a poco tiempo de la llegada del destacado político dominicano a Santiago de Chile, en la celebración de una sesión del Comité Central del Partido Socialista chileno, donde hizo una pormenorizada exposición sobre la realidad socioeconómica y política de la República Dominicana y el terror de Trujillo.

Para entonces estaba en marcha el Frente de Acción Popular que reunía a socialistas, comunistas, democráticos del pueblo, sectores del Partido Radical y ex ibañistas desilusionados, quienes perfilaban la constitución de un gran bloque político de izquierda.

Entre los asistentes a la reunión del Partido Socialista –PS- se destacaba la figura del doctor Salvador Allende, a la sazón Senador de la República, quien había sido derrotado en 1952, en su primera candidatura presidencial cuando fue abanderado del pequeño Frente del Pueblo, integrado por una fracción minoritaria de la referida organización partidaria.

De la ágil y amena narración realizada por el escritor Luis Alberto Mansilla en su interesante obra Los Días Chilenos de Juan Bosch, se infiere que la impresión causada por el laureado literato, cuentista y político dominicano, brillante expositor de un enjundioso contenido en el encuentro en referencia, motivó al aguerrido congresista Allende a extenderle una invitación para que visitara su despacho en el Senado de la República de Chile.

“Bosch y Allende se entendieron muy bien. No sólo hablaron de política en los comedores del Senado de la República. Allende le invitó a comer a su casa en la calle Guardia Vieja de la comuna de Providencia. Era un pequeño chalet pareado con otro, una vivienda más o menos característica de la clase media típica”, apunta Mansilla sobre aquel histórico acercamiento de ambos gladiadores de la política latinoamericana.

Varios lustros después, consumado el zarpazo contra el proceso socialista chileno, en septiembre de 1973, la viuda del malogrado presidente Salvador Allende, doña Hortensia Bussi, con una satisfacción ilimitada evocaba la primera visita del egregio profesor vegano y líder político caribeño, Juan Bosch y Gaviño, al seno de su modesto hogar.

“Salvador me dijo por teléfono que vendría a comer con un ilustre escritor dominicano y que no me preocupara tanto del menú porque se trataba de un hombre muy sencillo que no quería ningún trato especial”, recordaba la señora Bussi.

Añadió que en un corto tiempo, su eterno compañero se apareció con “un hombre alto, de alba cabellera, de aire reposado y trato muy cordial”, con quien de inmediato compartieron, junto a sus jóvenes hijas Carmen Paz, Beatriz e Isabel Allende, la mesa principal de la familia, integrándose más tarde Laura, hermana de Salvador, quien estaba muy comprometida con el trabajo del Frente de Acción Popular, la cual expuso a Bosch sobre la aparición de asentamientos humanos en terrenos ocupados en la periferia de la capital de Chile, con el respaldo de la mencionada organización política.

La distinguida dama Hortensia Bussi viuda Allende recordó que en el transcurso del ágape el profesor Juan Bosch se mostró en desacuerdo con los chilenos que tenían una mala percepción sobre Santiago, la que consideraba una bella ciudad con extensas áreas verdes como el Parque Forestal o la Quinta Normal.

“Creo que también hablamos de la actriz dominicana María Montez, triunfadora en Hollywood, a quien habíamos visto en unas películas exóticas ambientadas en el Medio Oriente y que era de una belleza impresionante”, resalta la ex Primera Dama de Chile.

Ante lo manifestado, Bosch dijo conocer la familia de la artista barahonera y habló sobre la región de donde provenía, haciendo gala de unas “descripciones poéticas y llenas de color”, quedando las niñas hijas del Senador sudamericano y su afable esposa, fascinadas con ese nuevo “tío tan simpático”.

La experiencia de los comensales que compartieron con el expresivo Maestro de la Narración Continental resultó tan agradable y edificante que hubo de ser repetidas en múltiples ocasiones.

Señalaba la señora Bussi viuda Allende que, en aquel tiempo en que se interesaba por el teatro y hasta había sido alumna de la Escuela del antiguo Teatro Experimental de la Universidad de Chile, también tuvo la oportunidad de compartir el ambiente hogareño con quien más adelante terminaría siendo el fundador y líder de los dos partidos políticos de mayor membresía en la República Dominicana.

“Me asombró el conocimiento de Bosch de los autores del Siglo de Oro español. Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, la familiaridad con Shakespeare”, contaba reflejando una inmensa emoción la inseparable y tierna esposa del hombre que, en procura de la libertad y el desarrollo de su pueblo, se inmoló bajo el tableteo de las metralletas y el ensordecedor estruendo de los tanques, en el majestuoso Palacio de La Moneda.

Al evocar la solidaridad mostrada por su fiel compañero de vida, la apacible dama, Hortensia Bussi viuda Allende, no dejaba en reconocer que “Salvador era un hombre muy hospitalario y acostumbraba a traer a casa a sus amigos”, a quienes advertía, manera de chanza, que era una invitación “a la suerte de la olla”, a la vez que acentuaba, en el caso del distinguido escritor de La Mañosa, entre otras brillantes producciones literarias, lo siguiente: “Creo que uno de los más gratos de esos visitantes fue Juan Bosch, al que después leí con verdadera admiración”.