Santo Domingo,RD.- El “Mes de la Herencia Hispana” (celebrado del 15 de septiembre al 15 de octubre, desde 1988) tocó Santo Domingo con iniciativas organizadas por la Embajada Americana, entre ellas el espectáculo “Aguas vivas”.

Presentado el fin de semana pasado en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes, trajo al Ba llet Hispánico de Nueva York, cuyo director, Eduardo Vilaró, conversó con LISTÍN DIARIO acerca de la labor que realiza esta organización en los Estados Unidos y la importancia de intercambios culturales como este en el ámbito de la danza.

“Ballet Hispánico es una compañía que se dedica a enseñar la diversidad en nuestra comunidad latina”, expresa, para explicar que la fusión cultural de los hispanos se reflejan en las coreografías que forman el repertorio de esta compañía, en la que están representados países como República Dominicana, México, Cuba, El Salvador, Venezuela, Japón e Italia; la integran 13 bailarines.

“Lo que estamos tratando de hacer es enseñarle al publico americano lo que son nuestras raíces, nuestro arte.

Tenemos una escuela que acoge 700 niños al año (desde 2 a 17 años). También tenemos un programa educativo para los niños que están en las escuelas públicas para que aprendan de su cultura latina por vía de la danza”, explica.

El propio Vilaró llegó a Estados Unidos desde Cuba a los 10 años, en el 1979: “El baile fue la conexión mía a la cultura cubana”. Recorrió elmundo entero con Ballet Hispánico como bailarín, y aquel refugio de arte que fundara Tina Ramírez en 1970 le solicitó como director. Ya había fundado Luna Negra Dance Teather, en Chicago. Insiste en que “no hay nada como un intercambio artístico”. Recuerda que los mejores momentos en su carrera de bailarín fue cuando estuvieron junto a otros artistas,compartiendo perspectivas y experiencias.

La danza está cambiando
La revolución tecnológica y social arrastra a las artes (y por ende, a la danza con ella). “Antes todo era clásico; ahora los bailarines están a un nivel alto porque con la tecnología, los bailarines han aprendido a conocer mucho más lo que es su instrumento, el cuerpo”, explica.

Lo que resta es “alimentar a los coreógrafos”, para que puedan hacer creaciones nuevas y originales que hagan eco de su identidad.