VENECIA.- El papa Benedicto XVI saludo a miles de feligreses reunidos el sábado en la Plaza de San Marcos durante una visita pastoral, la primera de un pontífice desde que su predecesor Juan Pablo II recorrió los canales hace 26 años en una góndola diseñada para los gobernantes de la era bizantina de Venecia.

El Papa fue transportado en un bote de madera desde la plataforma de aterrizaje de un helicóptero hacia la plaza de San Marcos, flanqueado por policías en embarcaciones y un par de motos acuáticas. Feligreses dieron la bienvenida a Benedicto XVI, quien vestía una capa roja para protegerse del viento helado, mientras sonaban las campanas de las iglesias y se escuchaban las bocinas de algunos barcos.

El pontífice extendió su bendición a la ciudad, recordando la “vocación especial de Venecia durante siglos, de ser un puente entre oriente y occidente.

“Asimismo en nuestra era, con sus nuevas perspectivas y y retos complejos, está llamada a asumir responsabilidades importantes en la promoción de una cultura acogedora y coparticipativa, capaz de crear puentes de diálogo entre pueblos y naciones”, dijo el Papa en italiano a cerca de 25.000 personas reunidas en la plaza.

Benedicto XVI, en una visita de dos días para estar cerca de su grey, fue conducido en un auto eléctrico entre la multitud que llenó las arcadas que flanquean la plaza, deteniéndose en la Catedral de San Marcos, donde rezó ante las reliquias (restos) del santo.

La primera escala del Papa en su visita fue en la ciudad de Aquileia, al este de Venecia, donde fue saludado por miles de feligreses que ondeaban banderas amarillas.

Aquileia es el sitio de una antigua ciudad portuaria romana sobre el cual fue construida una basílica, la cual fue considerada la iglesia madre de un territorio vasto que unía al mundo latino con poblaciones germanas y eslavas durante la Edad Media. Dice la tradición que San Marcos evangelizó la región, la cual se convertiría durante ese período en la segunda diócesis más importante después de Roma.

Dentro de la basílica, resplandeciente con mosaicos antiguos, el Papa dirigió la palabra a obispos del noreste de Italia, así como de Alemania, Austria, Eslovenia y Croacia en una reunión cuyo objetivo fue renovar viejos vínculos.