Juan Cruz Triffolio

TRIFFO-FACE(1)Probablemente, por no ser especialistas en el estudio del caótico y cuestionable sistema de tránsito vehicular y seguridad ciudadana no logramos comprender algunas de las denominadas medidas de precaución que, en procura de supuestamente garantizar la vida humana, son asumidas y cantaleteadas en los llamados operativos que en ciertas temporadas del año realizan varios de los organismos de emergencia.
Por la espectacularidad cómo se anuncian las disposiciones en referencia, a través de radio, prensa escrita, televisión y redes sociales, independientemente de sus cuestionables resultados, entendemos que vale una reflexión serena en ánimo de no continuar tropezando con la misma piedra.
En función del protagonismo y la aparatosidad que proyectan los operativos en cuestión, quizás sea necesario preguntarse: El transporte de pasajeros en la cama de una camioneta sólo es peligroso en tiempo de Navidad, Día de La Altagracia o Semana Santa?
La obligación de que motoristas lleven en sus cabezas cascos protectores es un mandato único y válido en las temporadas y las efemérides antes señaladas?
Quiénes usan el volante, manejan temerariamente, bajo los efectos del alcohol, generando desgracias en muchas familias dominicanas, tan sólo son peligrosos en los días feriados que marca el calendario o en las temporadas de vacacionistas?
Independientemente de que reconocemos que los hechos lamentables y dolorosos, en donde se ven envueltos conductores, transeúntes y pasajeros, podrían ser más frecuente durante esos feriados, lo cierto es que, nuestras autoridades deben velar porque el cumplimento de lo establecido en la Ley de Tránsito sea una constante y de esa manera, fuera de evitarnos tragedias angustiosas, también sería innecesaria la movilidad de tantas personas, policías, militares, socorristas, paramédicos y choferes, entre otras que, al margen de su verdadera vocación de servicio social, forzan a invertir una cantidad significativa de recursos al Estado.
El mismo hecho de reconocer que para acatar lo estipulado en Ley de Tránsito es indispensable cascarear y realizar un operativo, llámese como se quiera calificar, es un reconocimiento público de que no somos sistemáticos en el cumplimiento de lo establecido, al tiempo que institucionalmente resultamos muy débiles en la ejecución de las acciones pertinentes, sin recurrir a la represión o la arrogancia.
Hablar de operativos, técnicamente, es hace un homenaje a la falta de organización, a la improvisación y a la dejadez, elementos que generalmente ponen de manifiesto el caos y la anarquía que tiende a dar paso al surgimiento de reprochables mecanismos de corrupción.
El operar, ejecutar y motivar al respeto a Ley, no sólo en materia de tránsito vehicular, ha de ser una constante en la sociedad dominicana sin responder a un coyuntural ismo ni a un protagonismo.
Obedecer las normas y disposiciones que señala el conducir con responsabilidad ciudadana un vehículo de motor, sin importar tipo, modelo o marca, induce, creemos nosotros, al constante diseño y aplicación de proyectos y planes conscientizadores, educativos, formativos, dirigidos a conductores, peatones y pasajeros, en donde, además de resaltar el valor de la vida humana, no se olvide recordar las desgarradoras consecuencias personales y familiares que envuelve guiar o caminar de manera irresponsable, al tiempo que resaltemos sus repercusiones penales.
Quizás con estos planteamientos nos acercamos a los linderos del campo de los ilusos, a decir de quienes muestran considerarse duchos en la materia pero, sinceramente, excusándonos la osadía, si en realidad buscamos transformar el desorden y la anarquía observada en la dinámica del tránsito de motor y peatonal, en las principales calles, avenidas y carreteras del país, debe surgir otra visión y accionar institucional.
Insistir en lo mismo, quiérase o no, parece ser una manera de perder tiempo y recursos, aun exista una valiosa disposición y una vocación de servicio comunitario innegablemente positiva.
Ya está bueno, es urgente otra propuesta…!!

El autor es Sociólogo – Comunicador