Por Manuel Hernández Vilelta
lomaLa protección de los recursos naturales, va más lejos de dos victorias obtenidas vía un tribunal o el Congreso Nacional.  Los dominicanos no tienen educación de proteger su flora y su fauna.
Inclusive, a pesar de ser dos luchas  de gran impacto nacional, no toda la población estuvo integrada a que se desconociera la venta ilegal de terrenos en Bahía de Las Aguilas y en que Loma Miranda fuera declarada  Parque Nacional.
Grupos específicos de la población se impactaron con Bahia de las Aguilas y Loma Miranda. Una justa lucha, para hacer valer todo el poder del pueblo sobre la mala utilización de  sus recursos naturales.
Pero ni los integrantes de la sociedad civil, ni los sectores comunitarios envueltos en esta lucha tienen una salida para más allá. Lo más seguro, es que se desinteresen ahora del problema, y cada quien a su asunto diario.
Muchas veces detrás de estas luchas por la ecología y la tierra hay buscadores de titulares de periódicos, búsqueda de bruñir lideratos carcomidos por el paso del tiempo, y deseos de buscar objetivos diferentes, con patrones distintos.
La lucha para que se prohibiera la instalación de una cementera en Gonzalo, dio resultados, pero el tiempo pasó y ahora todo está en el olvido. Nadie buscó una variante para la subsistencia de los que residen en esa ignota comunidad.
Favorezco que se protejan los recursos naturales del país, que se declaren parques nacionales a áreas específicas y que se les quiten terrenos a personas que los obtuvieron mediante métodos que no fueron confiables. De acuerdo en todo.
Pero esa es una lucha aislada, hasta el momento, de la gran población. Tiene que ser parte de una idea de renovación nacional. El Congreso que declara Parque Nacional a Loma Miranda, es el mismo que legisla para si mismo con el cofresito y el barrilito, y donde los proyectos de leyes se venden al mejor postor.
Y la justicia que se inclinó por romper los contratos de venta de los terrenos de Bahía de Las Aguilas es la que tiene aristas donde parece  que las sentencias son amañadas por dinero, por miedo o sencillamente porque a nadie le importa hacer valer el peso de la institucionalidad.
Cautos en no festejar demasiado, porque todo se quedará en hechos aislados si las instituciones dominicanas siguen siendo blandas, sin objetivos y sin peso para defender los mejores intereses del pueblo.