Ver al gobierno celebrando un acto en el Palacio Nacional con la presencia del destacado intelectual francés Jacques Attalí para poner en circulación su Informe para el Desarrollo Estratégico de la República Dominicana produce sentimientos encontrados, sobre todo cuando se dice que el presidente Leonel Fernández creó una comisión para dar seguimiento a recomendaciones que dependen de su propia voluntad.
El primer sentimiento es de reconocimiento a la valentía del ministro de Economía Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás, por haber convertido en un libro el documento que conocimos en noviembre, a pesar de que cinco meses después no se ha hecho caso ni siquiera a una de sus 77 propuestas específicas, agrupadas en siete grandes iniciativas.
Vale también elogiar el magnífico equipo técnico-profesional de Montás, que ha persistido en estudiar y diagnosticar la realidad del país, con las correspondientes políticas para el establecimiento de una Estrategia Nacional de Desarrollo, recién introducida al Congreso pero opacada por las garatas de la política nacional.
Ante la designación de la comisión de seguimiento vienen a la memoria los innumerables estudios para el desarrollo nacional que hemos tenido desde los años sesenta, que constituyen una enorme biblioteca, especialmente en las últimas dos décadas, incluyendo los volúmenes del Diálogo Nacional que consumió meses de trabajo a nivel nacional del gobierno y la sociedad civil en los años 1997-98.
Ahí están, por ejemplo, las reiteradas recomendaciones de que el Estado privilegie la inversión en educación, establecida en un mínimo del 4 por ciento del producto bruto en la Ley General de Educación de 1997, tras años de concertación, pero aún andamos por la mitad. O las urgencias de afrontar y superar la crisis energética que data de cuarenta años. Ambas prioridades figuran en el Informe Attalí, ahora convertido en bonito libro.
Debe reconocerse que muchas de sus recomendaciones son de largo plazo y requieren un acopio de recursos que escasean y que, como el actual gobierno está prácticamente en su último tramo, la Estrategia Nacional de Desarrollo será un magnífico manual para quienes le sucedan en la conducción del Estado.
El presidente Fernández podría dar el ejemplo, honrando sus diagnósticos y poniendo en práctica muchas recomendaciones que sólo dependen de un decreto y conllevan ahorro y estímulo a una urgente austeridad y honradez en el manejo de los recursos públicos para que dejemos de ocupar las últimas dos posiciones entre 139 países en favoritismo de los funcionarios y despilfarro en el gasto gubernamental, y la 134 en desvío de los fondos públicos, según el Indice de Competitividad Global 2010-11 del Foro Económico Mundial.
En el Informe Attalí hay muchas recomendaciones de viabilidad inmediata, como eliminar los barrilitos, limitar por ley el número y tamaño de los ministerios, los viceministros y las delegaciones diplomáticas y consulares, eliminar comisiones, consejos y direcciones infuncionales, racionalizar el Estado reagrupando instituciones con funciones similares, imponer la transparencia en los contratos públicos, reformar e independizar la Cámara de Cuentas y elevar el presupuesto de educación al 5 por ciento.
Y ahí está consignada la primera línea “absolutamente prioritaria” para la Estrategia de Desarrollo que Attalí precisó: “devolver la confianza en las instituciones”, cuya implementación inmediata “tiene que provocar un sobresalto de confianza en la población dominicana y que debe ser acompañada de mensajes fuertes mostrando la voluntad de cambiar de paradigmas y adoptar un modelo justo, duradero y ambicioso”.
Los últimos acontecimientos indican que como la guagua de Juan Luis Guerra vamos en reversa, por lo que el libro es otro volumen para adornar bibliotecas.-