Por: Oquendo Medina.

 

Cada proceso electoral ha de ser observado con espíritu crítico, dejando a un lado el fanatismo, el triunfalismo y la furia del momento. Puesto que, al fin y al cabo, los intereses del país siempre han de estar por encima de las ambiciones o de los posibles provechos particulares.Esto viene a colación recordando los últimos cuatro años de gobierno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Eso fue en el período 2000-2004. Y precisamente el presidente de la República lo fue nada más y nada menos que el hoy candidato de ese partido don Hipólito Mejía.

Ciertamente, los dominicanos tuvimos cuatro años inolvidables. De hecho, no fueron de pura alegría sino de tristeza y de sufrimiento. Quedando así demostrada la incapacidad de ese gobierno para solucionar los problemas típicos de una nación pequeña y pobre como la nuestra. De extremo a extremo, sin hacer mucho esfuerzo para verlo y para sentirlo, se percibía el mayúsculo desorden

Anduvo mal la economía, la salud y el medio ambiente; las políticas social y fiscal; la educación….

Nada se construyó de cara al futuro, y la política monetaria era un puro desbarajuste; nunca se asumió con responsabilidad la reforma y modernización del Estado.

Se incrementó tanto la pobreza como el desempleo; la tasa del dólar y la inflación subieron hacia las nubes; y nadie podía ni siquiera visitar los supermercados; se convirtió en una desgracia cotidiana el cierre forzado de los comercios y las empresas pequeñas, medianas y altas; se triplicaron los viajes ilegales.

Las masas populares no encontraban gas para cocinar; escaseaba la gasolina; no había energía eléctrica; ni túneles ni elevados, y mucho menos trenes. El trabajo de carácter cultural prácticamente se paralizó.

Entonces,  ¿por qué darle una segunda oportunidad a  Hipólito Mejía?    Nada de nada. Continuemos  con el progreso y marchando felices hacia la modernidad. Danilo Medina representa el mejor cambio, el cambio seguro. No nos equivoquemos.