Por Arismendi Díaz Santana

El presidente Danilo Medina continúa exhibiendo un entusiasmo inusitado durante las remodelaciones de los hospitales públicos. Hace más de una semana calificó a la clase media de vanidosa por no acudir a los servicios públicos, y ahora, con una euforia renovada, señaló que “el Hospital Juan Bosch es mejor que las clínicas privadas”.

Afirmó que dicho hospital “presenta mejores condiciones de infraestructura que todas las clínicas del país”, y acotó que la “calidad de la atención va a depender del Servicio Nacional de Salud que se encarga de contratar a los mejores médicos y especialistas”. Ojalá el presidente Medina se convenza de que la fiebre no está en la sábana.

Esta no es la primera vez que se inauguran y reinauguran los centros públicos de salud y se contratan profesionales calificados, sin que por ello, se hayan garantizado servicios con calidad y oportunidad a la población dominicana. ¿Por qué persistir en hacer más de lo mismo en un servicio tan deteriorado y tan importante?

Es posible que la infraestructura de esos hospitales esté a la altura de las mejores del país. Pero eso no garantiza, en absoluto, que los servicios prestados compitan con los privados, ni mucho menos, que satisfagan las necesidades de la población. Habría que ver cuál será su estado en un año. La fiebre no está en la sábana.

Siete preguntas en espera de respuestas

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad para competir con el sector privado, con un sistema que descuida el mantenimiento regular de la planta física y de los equipos, para luego justificar millonarias inversiones y pomposas reinauguraciones? Lo cierto es que la mayoría de estos “remozamientos” son el resultado de la falta de mantenimiento regular.

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, si el personal de salud gana lo mismo si trabaja o si no trabaja; si lo hace bien o si lo hace mal; si cumple o si no cumple con los horarios; o si respeta o irrespeta a los pacientes? ¿Cuál es el incentivo para hacerlo mejor que el sector privado?

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, si la atención médica especializada se limita a un promedio de media mañana, dejando el resto del tiempo y los fines de semana en manos de médicos generales, pasantes y personal auxiliar, mientras el sector privado cuadruplica ese nivel de dedicación?

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, si un director de hospital ni contrata ni puede sancionar al personal que no cumple, o que incurre en mala práctica, porque cuenta con apoyo político, mientras en el sector privado quien no produce no gana, y lo echan?

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, si la asignación a los hospitales públicos es independiente de la complejidad y del volumen de pacientes atendidos, penalizando a los centros más eficientes y premiando la incompetencia y la irresponsabilidad?

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, sin cambios en el suministro de insumos y medicamentos, un sistema controlado por funcionarios políticos, desvinculados de los problemas diarios de los hospitales y de las necesidades de los pacientes?

¿Cómo vamos a garantizar servicios oportunos, continuos y de calidad, contando con un presupuesto anual para los centros de salud inferior al gasto nacional de bolsillo de las familias, y cuyo monto no se corresponde con el ritmo de crecimiento de la economía nacional?

Señor Presidente, la fiebre no está en la sábana. El informe sobre la muerte lamentable de siete niños en el Hospital Jaime Mota de Barahona revela problemas  mucho más profundos que el remozamiento de hospitales y la inauguración de los centros primarios de salud.