Las últimas encuestas publicadas esta semana muestran un afianzamiento de la candidatura presidencial de Danilo Medina, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y un retroceso o estancamiento de la de Hipólito Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en particular la de Gallup-HOY.
Un resultado electoral tan estrecho, dentro del margen de error como el que proyectan las encuestas independientes, además de obligar a una segunda votación, remitiría a los conflictivos resultados de la década del 90 para volver a poner a prueba la institucionalidad democrática y el arbitraje electoral.
Danilo Medina se afianza
La encuesta Gallup-HOY publicada esta semana colocó por primera vez a Danilo Medina en el liderazgo de las preferencias electorales, dejando en un segundo lugar a Hipólito Mejía, quien encabezaba los resultados desde que fue electo candidato presidencial en marzo del año pasado.
Aunque casi dentro del margen de error, el peledeísta supera en 3.5 puntos al perredeísta con miras a los comicios presidenciales de mayo próximo, con un registro de 48.7 a 45.2 por ciento. De esa forma Mejía perdió la ventaja que mantuvo hasta la Gallup-HOY de noviembre que arrojó 47.9 a 42.6 por ciento. En agosto había sido 47.9 a 33.4 por ciento.
Es significativo que Medina ha mantenido un ritmo de crecimiento en las últimas dos encuestas Gallup-HOY, mientras por primera vez Mejía ve disminuir el porcentaje de sus preferencias, cayendo 5.4 puntos. Se ratifica la tendencia que marcó otra encuesta acreditada, la Penn, Schoen and Berland a finales de enero cuando arrojó 46 a 44 por ciento a favor del candidato del PLD.
La percepción del candidato oficialista se fortaleció también con la publicación esta misma semana de la encuesta Greenberg, auspiciada por el periódico Diario Libre, donde también lidera aunque con una mínima ventaja de un punto, 47 a 46 por ciento, lo que técnicamente es un indiscutible empate.
La última encuesta del Centro Económico del Cibao, también publicada esta semana, atribuye una ventaja de 7.5 puntos a Mejía con registro de 51.2 a 43.7. Esta firma ha tenido aciertos en los últimos torneos electorales, pero como ahora trabaja para el PRD no genera el mismo crédito, como ocurre también con varias encuestas que auspicia el PLD.
Factores explicativos
En múltiples escenarios se andan buscando explicaciones al vuelco que marcan las encuestas, con por lo menos pérdida de la gran ventaja que atribuían hasta final del año pasado a Hipolíto Mejía, pero no es tan difícil encontrar algunos muy importantes, que es lo que deben estar haciendo los estrategas perredeístas y no conformarse con descalificar los nuevos resultados.
En primer lugar puede que estén subestimando el discurso y las capacidades políticas de Danilo Medina, a quien siempre se ha atribuido parte fundamental del mérito de que el PLD se convirtiera en fuerza política dominante, y quien lograra imponerse como actual candidato presidencial luchando contra el poder y las ambiciones del presidente Fernández, un nuevo casi caudillo del partido.
Aunque Leonel Fernández siga privilegiando la defensa de su enorme acumulación política y económica, con una campaña paralela que incluye aclamaciones para volver en el 2016, eso pasa necesariamente por el mantenimiento de su partido en el poder, sobre todo después que Hipólito Mejía ha jurado que sancionará la corrupción.
Así el PLD ha aparecido como si hubiese superado sus diferencias, poniendo el interés partidario por encima de todo y lanzando a la calle todo el poder del Estado, en gasto legítimo e ilegítimo, en claro cumplimiento de la proclama del mandatario en septiembre pasado cuando dijo en Nueva York que invertiría 40 mil millones de pesos para lograr un nuevo triunfo electoral.
Tal vez los perredeístas también estén subestimando lo que representa el millón 800 mil tarjetas del conjunto de “programas sociales”, desde comer es primero, incentivo a la asistencia escolar, bonogás y bonoluz. Sobre todo si una maquinaria da seguimiento a esos electores, como ya se está haciendo, con visitas y por teléfono.
Otra explicación es la apabullante propaganda de la candidatura oficialista a través de todos los medios, como lo ha evidenciado la observación electoral de Participación Ciudadana en sus boletines periódicos: a diciembre 63 por ciento de todas las vallas en las carreteras principales, con 82 por ciento de las medianas y 75 de las grandes; en todo enero 70 por ciento de la inversión publicitaria (contra 20 por ciento de Mejía) en medios de comunicación, con 95 por ciento en prensa y 90 por ciento en radio. Además de un ejército de miles de comunicadores de todas las categorías pagados en todo el país y del control del contenido de varios canales, radioemisoras y periódicos.
Y mientras el PLD da la impresión de haber superado sus dificultades internas, el PRD ratifica una imagen de disoluto, esta vez con un presidente que trabaja abiertamente en contra de su candidato. Eso no afecta significativamente el voto de los perredeístas, pero sí de sectores conservadores de clases medias y altas.
Temores de doble vuelta
En la medida en que va subiendo la pasión política, con el primitivismo que caracteriza los procesos electorales dominicanos, aumentan las preocupaciones por una tentativa segunda vuelta que prolongaría más de un mes la campaña electoral. El numeral 1 del artículo 219 de la nueva Constitución indica que una segunda vuelta se debe realizar el último domingo del mes de junio, que este año caería el día 24.
Desde la institución de la doble vuelta en 1994, sólo en 1996 ha tenido que celebrarse, cuando en la primera votación José Francisco Peña Gómez ganó a Leonel Fernández 46 a 39 por ciento, para perder en la segunda por 51.3 a 48. 7 por ciento.
A partir de entonces todas las elecciones presidenciales se han decidido por márgenes de votación tan amplios que no han dejado espacio a impugnaciones ni alegatos de fraude, más allá de las acusaciones de abuso de recursos estatales y compra de conciencia. En el 2000 el ganador Hipólito Mejía duplicó en la primera vuelta a Danilo Medina, con votación de 49.85 a 24.94 por ciento, resultado tan apabullante que hizo absurda la segunda votación. En el 2004 Fernández volvió a la presidencia con votación de 57 a 34 por ciento, y fue reelecto en el 2008 por 53.8 a 40.5 por ciento.
Aún en 1996 cuando la diferencia fue estrecha, el perdedor, en este caso Peña Gómez, reconoció la victoria de su contrincante en la misma noche del cómputo y antes de que éste concluyera. En el 2000 el PLD lo hizo en la noche del día siguiente después que Joaquín Balaguer, el tercer competidor y que había alcanzado casi lo mismo que el segundo, con 24.60 por ciento, rehusó someter al país a una segunda campaña electoral.
Costos muy peligrosos
Las dobles vueltas electorales conllevan un costo económico adicional no sólo en campaña de los partidos, que aquí son onerosas, sino también en la organización misma de la elección, pero sobre todo porque todavía el abuso de los recursos públicos es muy alto bajo el predicamento de que “el poder no se cede”, lo que dispara la malversación y podría poner en riesgo hasta la estabilidad macroeconómica, dadas las peligrosas perspectivas de la economía nacional e internacional.
Una segunda vuelta en las actuales circunstancias de la nación pondría en juego la institucionalidad democrática y la fortaleza del sistema electoral, con una Junta Central Electoral y un Tribunal Superior Electoral bajo control del partido de gobierno, lo que remite a los escenarios de trauma electoral que prevaleció hasta 1994.
La JCE que afrontó la doble vuelta del 96 tenía una mayoría de abogados independientes y estaba encabezada nada menos que por César Estrella Sahdalá, de una honorabilidad y valor a toda prueba. El actual presidente, Roberto Rosario, llegó al cargo como miembro del Comité central del PLD y con una mayoría bajo su control, lo que sería altamente conflictivo en un escenario de competencia cerrada. Las primeras decisiones del Tribunal Electoral, donde también hay dirigentes de partidos, contribuyen a crear incertidumbres y temores.
También las juntas electorales que rigieron los comicios entre el 2002 y 2006 estuvieron bajo control partidario, entonces del PRD, pero los resultados de esos comicios no dejaron espacio a maniobras ni alegatos. Aunque vinculados al perredeísmo, los doctores Manuel Ramón Morel Cerda y Luis Arias que la presidieron, no eran dirigentes de ese partido.
Sin duda que ahora con un mejor padrón de electores y otros avances el sistema electoral, no debería temerse el retorno a los traumas electorales, cuando las encuestas indican resultados muy estrechos, vuelven a tomar cuerpo los fantasmas de un pasado no tan lejano de arrebatos electorales.-