Por Manuel Hernández Villeta

La República Dominicana necesita una revolución en la educación. Sin fusiles, sin botas, sin tanques, pero si con pupitres, pizarras, tizas y mucha entereza.
Si no hay sacudimiento de las fibras íntimas y más profundas de la educación dominicana, el cuatro por ciento del Presupuesto sólo servirá para seguir engordando a una burocracia hipertrofiada, y a los comerciantes del suministro de útiles escolares.
Hoy, el problema de la educación dominicana no es única y aisladamente de recursos, sino de optimizar las inversiones y adecuar los programas al siglo 21.
La mayoria de profesores luce impreparados, aunque en forma hipócrita se exhibe que ahora se les exige que tengan una licenciatura o maestría para poder impartir docencia.
Todo es letra muerta, y solo hay que pasar revista a los jóvenes que se inscriben en las universidades, dando muestras elocuentes de ser bachi-burros, con faltas ortográficas garrafales, sin noción de lo que es una composición, y sin  contar con aptitudes para continuar estudios superiores.
La enseñanza en la escuela desde la primaria hasta el bachillerato, tiene que ser cambiada en su totalidad, porque ahora mismo no está funcionando. Poco importan los esfuerzos que se hagan, sino hay una metodologìa efectiva de trabajo estamos perdiendo el tiempo.
Cada año la ignorancia gana terreno, y va cercando al país, donde una élite, los muy contados, son los que tienen desde ahora el futuro en sus manos, debido a su buena preparación.
Está fallando el maestro, está fallando el sistema, están fallando los textos: todo hay que cambiarlo, tenemos que implementar nuevos métodos de enseñanza, porque el actual no está dando resultados.
Lo primero es educar a los maestros. El educador dominicano de hoy está convertido en un simple burócrata, que tiene toda su atención en lograr aumentos de salario, y tener menos tiempo disponible de trabajo.
El gremio que aglutina a los profesores no pasa de ser un sindicato para búsqueda de mejores salarios y preservación de los cargos, donde la polìtica partidista y la prepotencia de grupos, lo convierte en una muralla para que nuevos programas de enseñanza florezcan.
Cada año se celebran unas Pruebas Nacionales que tienen que ser suspendidas de inmediato, porque solo constituyen un despilfarro de dinero. En los últimos cinco años las Pruebas Nacionales solo han servido para demostrar lo que todos sabemos; cada día son menos preparados los niños y jóvenes que estudian en el sistema público.
No todo está perdido. Esto puede cambiar si los sectores mediáticos que buscando beneficios personales y de empresarios se lanzaron a la lucha del cuatro por ciento, ahora ponen el mismo énfasis en mejorar el sistema de enseñanza.
El futuro del país está en riesgo, y si no se hacen cambios de inmedisto, entonces millones seguirán siendo parte de la legión que carece de conocimientos y aptitudes para un mundo moderno.
Comencemos hoy la revolución de la educación dominicana.