La elección en Marzo de este año de Monseñor Jorge Bergolio como jefe de la Iglesia Católica, para de ese momento llamarse Papa Francisco, ha traído muchísimas esperanzas. Esperanzas de cambios en el fondo y la forma de la Iglesia Católica, la cual posee una feligresía de poco más del 30% de la población religiosa mundial.
El horizonte se torna más halagüeño cuando se aprecia que durante su vida pastoral el sacerdote-obispo-cardenal-Papa Bergolio ha sabido ser un cristiano autentico, propulsor de la vida del rey de reyes Jesucristo, continuador de la obra de bien del catolicismo y como característica no religiosa es latinoamericano. Lo cual le revalida la condición humana de haber visto el dolor, la pobreza, la insalubridad que pululan por doquier en esta nuestra parte de América, por lo que entendemos que él atenderá con denuedo estos aspectos.
Ha sido dinámico, enfático, categórico en sus pronunciamientos y ha acometido con verdadero fervor apostólico las tareas de su pontificado. Una de ellas ha sido la designación de una comisión de Cardenales para que sean sus asesores y revisen la Constitución Apostólica Pastor Bonus, con lo cual se da apertura a la posibilidad de grandes modificaciones y ajustes necesarios. Necesarios, porque la Iglesia debe estar al servicio de l@s cristian@s de este tiempo.
Es ampliamente conocida la impronta católica en la educación con sus escuelas, colegios y universidades, a mi juicio insuperable. Tal y como lo hace en la salud con el manejo eficiente y honesto de los hospitales públicos, así como en sus propios centros de salud donde se atiende al paciente sin condicionante alguno. No menos importante es la labor en la formación espiritual de las personas, actividad en la cual se involucran sus mejores hombres y mujeres, ordenados y laicos, llevando el mensaje salvífico y redentor de nuestro señor Jesús. Por su excelente funcionamiento estos acápites- tal vez- precisen de ajustes adecuadores no así de profundas modificaciones.
Donde sí deseo profundamente que la comisión revisora incline sus acciones es en el escudriñamiento y modificación del celibato. Con esto no quiero ser tildado de irreverente, irrespetuoso, prosaico. Quiero reivindicar mi condición de católico, admirador de los salesianos y de la obra de su fundador Don Bosco. Pero entiendo que los católicos hemos estado perdiéndonos de muchos excelentes hombres y mujeres, los cuales rehúyen a la integración plena en nuestra iglesia por aquella decisión tomada por el Papa Calixto II en el Concilio de Letrán, en el 1123, en la cual se prohibían los matrimonios en los consagrados y se ordenaba castidad absoluta.
El basamento bíblico de este impedimento, contradictor al “CRECED Y MULTIPLICAOS Y POBLAD LA TIERRA- GENESIS 9:1-3”, se apoya en lo escrito por el apóstol Pablo en cuanto a que “EL NO CASADO SE PREOCUPA DE LAS COSAS DEL SEÑOR, DE COMO AGRADAR AL SEÑOR. EL CASADO SE PREOCUPA DE LAS COSAS DEL MUNDO, POR TANTO ESTA DIVIDIDO- 1 CORINTIOS: 7,1”. Entretanto la Iglesia está dejando de recibir nuev@s miembr@s en la grey, perdiendo l@s ya formad@s por causas de la naturaleza humana y en el peor de los casos pagando los daños causados por quienes no pueden refrenar el llamado de la carne.
Asumo la petición de la revisión de este precepto católico sin temor, con mucho amor, entiendo que es un sentir no manifiesto, no hecho público, pero lo considero necesario. No es posible que la magnificencia de mi Iglesia pueda ser opacada por situaciones inmanejables hace 890 años que sí lo son ahora. Pido a Dios que toque el corazón y la mente de los comisionados en sus revisiones para que de ellas salgan modificaciones y ajustes necesarios.