Los procesos de la vida, como ella en sí misma, tienen un tiempo límite. Esto compete a los gobiernos, más aun cuando son de un mismo partido, que por la fuerza de la costumbre deben de ser sustituidos o cambiados por otro. La prolongación de la variable tiempo en el manejo del Estado es determinante en su ejercicio, tanto en sus bondades como sus maldades.
En el caso que nos ocupa, los ocho años de gobierno peledeista, hemos tocado fondo, hemos hecho crisis en todos los aspectos, hemos llegado al hastío y no hemos alcanzado la desesperación por ser un pueblo profundamente cristiano. Los gobernantes morados -al igual que los pescadores- han hecho uso provechoso del revoltijo creado por su mal manejo de los problemas nacionales para obtener enormes beneficios.
Como han tenido un crecimiento descomunal de sus sus bondades tan solo comparable con el enorme perjuicio causado a esta nación, se han convertido en verdaderos pecadores, para no generalizar compararemos su accionar con los PECADOS CAPITALES. Son aquellos a los cuales naturaleza humana en decrecimiento se encuentra más propensa a cometer. Clasificados por juicio de Santo Tomas de Aquino, uno de sus más profundos estudiosos, son siete: la lujuria, la envidia, la pereza, la soberbia, la ira, la codicia y la gula. Al PLD y su gobierno los confrontaremos en los últimos cuatro.
La soberbia es considerada la fuente de donde derivan los otros seis, consiste en considerarse más importante, más inteligente, superior a los demás, sobretodo sin un halago o una atención para con nadie. El accionar peledeista soberbio es muy evidente, notable en el desdén y el menosprecio aplicado al tema del 4% para la educación, palpable en el crecimiento sostenible del déficit fiscal para cubrir sus necesidades electoreras, ostensible en la negación a explicar el origen o el crecimiento desmesurado de sus fortunas y perceptible en demasía en el trato protector dispensado a los funcionarios implicados en actos de corrupción o de narcotráfico.
No se preocupan en desmarcarse de la ira, mostrando su odio o su enfado cuando la población le señala las verdades, las cuales con el ejercicio de su jauría mediática intentan enmarañar o cambiar. Vale pues mencionar el objetivo fallido de manipular las encuestas, haciéndolo tan burdamente que han provocado el surgimiento de una nueva forma de medición de la voluntad popular: LOS SONDEOS SIN EDITAR. En los cuales el resultado es real e inversamente proporcional a lo que iracundamente tratan de hacernos creer.
La codicia ha hecho galas en nuestro país en estos poco menos de ocho años morados, practicada en las denunciadas compras a familiares o relacionados, mostrada en los contratos otorgados a testaferros y ejercida en la obligación a entregar un alto porcentaje de los valores a cobrar, por parte de los ministros, directores y legisladores en los organismos a su cargo. La condenación de las cosas eternas por las cosas temporales ha desbordado las fronteras nacionales, cruzando a la siniestrada Republica de Haití donde sin tener misericordia por los males de ese país, han ido a cebarse en las obras para su reconstrucción, avivando unas llamaradas que consumirán todas esas iniquidades a su paso.
Ese proceso de no llenarse ni sentirse satisfecho nunca ni con nada, conocido como la gula, nos muestra a los peledeistas como verdaderos golosos. Apreciable en la quiebra del sector agrícola con los permisos palaciegos de importación. Notable en uso, abuso y usufructo de los bienes estatales. Considerable en los RD$105 mil millones anuales absorbidos por la corrupción morada. Ni la miseria creada en la zona rural del país así como en la periferia del Gran Santo Domingo por la falta de empleo y oportunidades han sido óbice para que los morados detengan su gula, entienden que deben satisfacerse aun mas, olvidándose que unos pocos no deben tener tanto cuando muchísimos tienen nada.
Los pecados son pagados con castigo Divino, eso nos espera a todos los seres humanos. Entretanto los hombres y mujeres haremos contra los peledeistas nuestra parte en la Tierra, les daremos un voto de castigo, mediante el cual recibirán los latigazos de la indignación nacional.