MALAGA.- Aspectos de la realidad cubana como la homofobia, las dificultades de la vida cotidiana o el sueño estadounidense se muestran sin tapujos en “Últimos días en La Habana”, una película de Fernando Pérez presentada hoy en la sección oficial del Festival de Cine de Málaga (sur de España).

“Tenemos miles de problemas, pero los cubanos seguimos bailando. Es la manera como nos hemos protegido de lo de dentro y de lo de fuera, de los bloqueos que hemos tenido de fuera y de los que hemos tenido nosotros mismos”, señaló hoy uno de los protagonistas, Jorge Martínez, en la presentación de la película en Málaga.

Martínez interpreta a Diego, que solo sueña con vivir porque se encuentra en una fase avanzada del sida, mientras que Miguel (Patricio Wood) trabaja como lavaplatos en un restaurante y espera el visado que le permita cumplir su sueño de huir a Nueva York.

Y aunque su personaje se está muriendo, para Martínez es “es el más optimista de todos”.

Cuando hizo las primeras pruebas para este papel, el actor tenía “mucho miedo a la caricatura”, pero después comprendió que era un personaje “al que le queda poco, pero quiere darle vida a los demás”.

“Las piernas ya no le responden, y toda la vida la tiene en las manos y en la cara”, añadió Martínez, que tuvo como principal dificultad el perder doce kilos para interpretar a Diego.

Destacó además la capacidad del director -responsable de títulos como “La vida es silbar” o el documental “Suite Habana”- de “meterse dentro de la vena de la sociedad”, algo que se comprueba en una película en la que La Habana aparece “como es”.

Respecto a la mítica “Fresa y chocolate”, película también protagonizada por un homosexual y que tuvo un gran éxito internacional cuando se estrenó hace 24 años, Martínez resaltó que se rodó “en un momento más difícil” para los homosexuales, pero que ahora desde el Centro Nacional de Educación Sexual se protege mucho a la comunidad LGTB.

Su personaje “habla de un pasado de homofobia que existió, como en otros lugares del mundo, pero la misma Policía de Cuba que pudo reprimir a un gay, ahora lo protege mucho de casos de homofobia”.

También apuntó el hecho de que el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos sea una institución estatal y este haciendo una película como “Últimos días en La Habana”, “un poco contestataria porque plantea problemas como la homofobia, pero al final son problemas universales”.

“El cine de Cuba siempre quiso ser documental y narrar la vida de los cubanos, y es el medio de difusión más importante y el que mejor se hace. El cine es el que más ahonda en las heridas y el más optimista, y esta Habana que se ve está a dos cuadras de la turística y se muestra sin miedo y sin tapujos”.