Lo que la OTAN busca en el conflicto de Libia debería estar meridianamente claro: aplicar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a los civiles.

Pero no. Los presidentes de EE.UU. y Francia, Barack Obama y Nicolás Sarkozy, así como el primer ministro británico, David Cameron, lo dicen en un artículo, el objetivo es “sacar al Gadafi por la fuerza”.

Según pasa el tiempo las cosas parecen un poco más complicadas: los militares leales al coronel Muamar Gadafi no dan muestras de desmoronarse o retroceder y los rebeldes se muestran incapaces de derrotarlos.

Desde el estallido de la rebelión, ha habido numerosos llamamientos a Gadafi para que abandone el poder. Ahora los tres líderes de la OTAN dicen en su artículo: “Mientras Gadafi siga en el poder, la OTAN y sus socios de la coalición mantendrán sus operaciones”.

Así que su mensaje parece claro: este conflicto sólo puede terminar de una manera, Gadafi debe irse o la misión seguirá hasta que lo haga.

Estancamiento

Pero deben enfrentarse a la realidad militar en el terreno. Ninguno de los dos lados está ganando. Hay temores de que el poderío aéreo de la OTAN por sí solo no resulte decisivo.

El peligro es un estancamiento que pueda durar semanas si no meses. Y esto, inevitablemente, es un problema para la OTAN.

La alianza solo tomó el comando de la misión una vez había comenzado. De hecho, fue un comienzo peculiar: dos países europeos, Francia y el Reino Unido, impulsaron la intervención ante las reticencias de Washington, que se limitó a asumir inicialmente el comando militar tras numerosas dudas.

Rebeldes libiosLos rebeldes quieren más ataques aéreos y más armas.

Posteriormente, los estadounidenses pasaron a un segundo plano y la OTAN asumió el comando. Desde entonces, solo seis países han efectuado ataques y cinco de ellos europeos (Bélgica, Dinamarca, Francia, Noruega y Reino Unido).

Otros se han mostrado reticentes acerca de la operación, bien fuera desde el inicio o por sus particulares razones históricas, como Italia.

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, resaltó que la alianza iba corta de ataques aéreos. Esto causó considerable frustración en París y Londres.

La OTAN puede ser eficaz en cumplir sus objetivos militares –normalmente lo es–, pero la alianza es mucho más que simplemente un director de la orquesta militar.

Es sobre todo un cuerpo diplomático provisto de una voluntad política, racionalidad y determinación para dirigir una operación dada.

Y la crisis libia, en tres frentes, los miembros de la OTAN han mostrado deficiencias.

Armar a los rebeldes

De donde vienen los aviones de la OTAN, en cierta instancia, en realidad no importa, pero en otro sentido es fundamental: compartir responsabilidades y riesgos es precisamente de lo que se trata una alianza.

Parte de los movimientos diplomáticos de la semana pasada tuvieron como objetivo reforzar la coalición de cara al largo plazo. Una fase del conflicto ya está superada y, tal vez, los momentos cruciales están por llegar.

Nadie sabe cuánto va a durar y por eso comienza a ponerse sobre la mesa seriamente, como armar a los rebeldes, algo que Qatar, por otro lado, parece dispuesto a hacer.

La resolución del Consejo de Seguridad 1973 descarta una “ocupación” por parte de fuerzas extranjeras. ¿Podría permitir alguna operación limitada en el terreno con un claro propósito humanitario? Es algo de lo que deben discutir los expertos en leyes.

Pero es aleccionador que los franceses, al menos, parece que están tratando de una posibilidad que parecía impensable hace unas semanas: botas de la OTAN pisando territorio libio.

Tal decisión sería crucial para el futuro de Libia, pero también importante para la OTAN en sí misma.