TOKIO, Japón.- Al menos 8.500 muertos y más de 13.000 desaparecidos son las últimas cifras oficiales de víctimas del terremoto y tsunami que azotó el noreste de Japón hace nueve días.
Sin embargo, la policía japonesa sigue temiendo que el número total de muertos se multiplique, pues estima que solo en la prefectura de Miyagi unas 15.000 personas pudieron haber perdido la vida.
Además, es posible que algunos de los nombres que aparecen en la lista de desaparecidos correspondan a cadáveres que no han podido ser identificados.
La esperanza de encontrar nuevos sobrevivientes se reavivó con el rescate de una anciana de 80 años y su nieto de 16 que pudieron sobrevivir bajo los escombros de su casa gracias a la ingesta de yogur.
De acuerdo con la cadena de televisión NHK, los supervivientes quedaron atrapados en la cocina, lo que les permitió alimentarse hasta que el niño pudo recobrar fuerzas para subir al tejado y pedir ayuda.
Entre tanto, continúan los esfuerzos para evitar un desastre nuclear en Fukushima, donde se encuentra la planta Daichii. Los ingenieros trabajan para restablecer el suministro de energía en los sistemas de enfriamiento, que fueron destruidos por el maremoto.
El corresponsal de la BBC en Tokio, Rupert Wingfield-Hayes, explicó que hay temores de que, tras restaurar la electricidad, no logren poner a funcionar la planta.
Pocas garantías
Cientos de miles de personas perdieron sus hogares.
Wingfield-Hayes agregó que expertos sugieren la posibilidad de utilizar durante meses camiones de bomberos para rociar con agua los reactores y así evitar que tengan que ventilarse los gases nucleares.
Este domingo, autoridades japonesas informaron que pudieron estabilizar la presión en el reactor número 3, que se encontraba en un estado más crítico.
A pesar de los esfuerzos, no pudieron evitar que haya altos niveles de radiación en los alimentos de la zona; y que en Tokio se registren cantidades insignificantes en varias tomas de agua.
El desastre que se vive en Japón -terremoto, tsunami, alerta nuclear y nevadas- es el peor desde la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades ya empezaron la construcción de hogares temporales para cientos de miles de damnificados, refugiados hasta ahora en centros de emergencia.
Muchos de los sobrevivientes han tenido que enfrentarse además a bajas temperaturas, escasez de agua, comida, electricidad o combustible.
La destrucción de la red de telefonía celular significa que la gente tiene que hacer fila durante horas para hacer llamadas de un minuto o para poner gasolina en sus autos.