Por Juan Cruz Triffolio

 

JUAN CRUS TRIFFOLIOEl flagelo de la delincuencia en sus diversas vertientes permea por los más diversos sectores de la vida social dominicana.

Fuera de que se ha fortalecido, el bandolerismo y la criminalidad tienden a no tener límites.

Su impunidad se manifiesta tan acentuada que sus protagonistas no guardan ningún temor en  ocultar sus rostros aún conociendo que sus acciones delictivas están siendo captadas por modernas cámaras videograbadoras.

Los delincuentes se comportan como dueños y señores del temor y el dolor, a cualquier hora y sin importar el escenario, entendiendo que no existe un régimen de consecuencias ante su proceder.

Y mientras todo ocurre, los miembros de la sociedad dominicana se muestran envueltos por el manto de una paranoia que cada día proyecta no tener correctivos inmediatos.

La profilaxis anunciada y ejecutada hasta el momento por las autoridades, además de no dar notaciones de eficiencia, ni a corto ni mediano plazo, proyecta una ausencia de planificación y sistematicidad evidente, que obliga a pensar en que el real interés es lograr espacios relevantes en los medios masivos y audiovisuales de comunicación.

De su inocultable y preocupante ineficiencia habla el hecho de que algunos de los principales representativos de la justicia nacional, reflejando una alarmante impotencia, han tenido que públicamente expresar que, en cada diez acciones ejecutadas por bandoleros y delincuentes, se registra la participación de 5 ó 7 agentes de la Policía Nacional o miembros de la milicia.

Lo anterior, sin duda alguna, es igual a decir que la iglesia está en manos de Lutero, que los ladrones persiguen a los policías y que increíblemente algo insólito ocurre en la República Dominicana: los pájaros están tirándole a las escopetas.

Definitivamente, urgen de la instancia estatal señales y ejecutorias más contundentes en materia de seguridad, que permitan devolver la confianza y tranquilidad a los miembros de las familias dominicanas.

No importa que para tal propósito sea ineludible evitar el uso de tantas centellas, sirenas y spots publicitarios en prensa y televisión.

Es tiempo que la retórica sea superada por los hechos en ánimo de unas consecuencias convincentes, al margen de que sus efectos inmediatos luzcan desagradables.

Basta de discursos huecos de contenido y poses doctorales en búsqueda de la vaga notoriedad.

El país así lo clama y requiere.

Los dominicanos conformamos un pueblo que, desde su orígenes, ha sacrificado todo por la paz.

No hay tiempo que perder… Manos a la obra..!!