JUAN BOLIVAR DIAZMás allá del discurso ultranacionalista que pretende reivindicar una soberanía limitada por múltiples tratados internacionales, en muchos ámbitos del gobierno y de su partido, como de diversos sectores sociales, existe la convicción de que la República Dominicana tiene que encontrar un camino que le permita revertir el creciente aislamiento internacional en que la ha colocado la desnacionalización masiva de descendientes de extranjeros nacidos en el país, dictada por el Tribunal Constitucional.
Es asombroso que gente de influencia reconozcan el daño que sufre la imagen del país en el mundo globalizado y en privado se muestren partidarios de una solución al escandaloso conflicto, pero no se atrevan a formularla en público. Ahora que la encuesta Gallup ha ratificado que la mayoría de la población (58.5 por ciento), considera que las víctimas de la Junta Central Electoral y de la sentencia 168-13 son efectivamente ciudadanos dominicanos, contradiciendo lo que se daba por cierto, debería motivar a muchos a salir del silencio y la indiferencia.
Son muchos los que entienden que el presidente Danilo Medina es el más consciente de la necesidad de conjurar el escándalo, primero al escuchar a representante de los afectados y tras recibir personalmente las recomendaciones del sistema de las Naciones Unidas en el país y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Muchos de sus funcionarios esperan una fórmula salvadora y algunos hasta alientan las propuestas.
Ya es tiempo de que dirigentes del partido gobernante y los líderes de opinión vean con serenidad la situación y reconozcan que el costo de mantener esa exclusión será causa de incesantes denuncias internacionales y, por la jurisprudencia establecida, de una sentencia revocatoria de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El Comité de Solidaridad con las Personas Desnacionalizadas, integrado por más de 400 personalidades de todos los sectores sociales, y que desde su constitución se ha propuesto un discurso inclusivo y un debate racional y respetuoso, entregó esta semana un ante proyecto de ley que buscaría saldar la situación.
La propuesta, de la que prometieron hacerse cargo varios de la veintena de diputados a quienes se les presentó, había sido enviada previamente al presidente de la nación, después de una extensa conversación en la que se le sugirió, junto a la alternativa de la “opinión consultiva” prevista en el estatuto que ampara la CIDH que podría ser el camino más institucional, puesto que la misma es parte del sistema constitucional dominicano que la reconoce como última instancia en derechos humanos.
Una de las consideraciones plantea “que se torna imperioso encontrar una solución nacional, jurídicamente consistente y humanamente respetuosa de la dignidad y los derechos de las personas, a la situación que se ha suscitado en el país con la nacionalidad de decenas de miles de personas, que a la vez sustraiga el caso de los ámbitos de las negociaciones bilaterales y de las jurisdicciones internacionales reconocidas por la Constitución de la República”.
El anteproyecto se justifica en una veintena de consideraciones, partiendo como fundamental del numeral 2 del artículo 18 de la Constitución de la República que proclama como dominicanos a “quienes gocen de la nacionalidad dominicana antes de la entrada en vigencia de esta Constitución”.
Otros han hablado de una ley de amnistía, o de propuestas que desconozcan solo las actas de nacimiento fraudulentas por la acción del mismo beneficiario. Cada día parece haber más convicción de que la simple ley de naturalización que desconozca los derechos adquiridos, como se ha propuesto, deja viva la violación de derechos humanos que rechaza la comunidad internacional y sus consecuencias.
Cualquier fórmula que resuelva el conflicto, que se traduzca en reconocimiento de los derechos ciudadanos, incluyendo el anteproyecto de ley propuesto, debe ser objeto de atención y razonable ponderación. Hay que ayudar al presidente Medina a despejar el panorama.-