Frank Rodríguez
El circo de la vida acaba de cerrarse para uno de los más grandes gladiadores que ha parido Villa Altagracia, Pedro Peralta y Peralta.
Admirado por unos, odiado por otros. Exaltado por sus seguidores y detractado por sus adversarios, Pedro Peralta acuñó para él el sobrenombre del Comandante para señalar el rol que el entendió la vida le había reservado.
A tono con esa creencia actuó, tomó decisiones. Enardeció a sus amigos y enfureció a sus enemigos. Como buen gladiador, puso esta comunidad a girar durante mucho tiempo en torno a sí mismo como lo hacían los gladiadores en el circo romano. El pueblo, las masas, los hombres sencillos a veces les aplaudían u otras veces le abucheaban. La elite no lo creía digno pero lo aceptaba por conveniencias.
Fue un pragmático que se aferraba siempre a lo que creía daba resultado sin importar que en cada trayecto tuviera que cambiar de chaqueta y acompañante. Lo importante para él era el triunfo y el éxito sin importar las críticas. Hoy podía amanecer rojo, mañana blanco o morado siempre que este cambio lo llevara al éxito. Conservó siempre sus amigos y a pesar de no importarle las críticas fue un crítico continuo de las administraciones municipales. Sus cartas, panfletos y volantes denunciando irregularidades en diferentes administraciones eran constantes.
Como gladiador fue un confrontador de las empresas y las instituciones establecidas en la comunidad pero estimuló la creación y el desarrollo de muchas, como es el caso de la Federación de Juntas de Vecinos. Confrontó con Cítrico Dominicano pero propició la formación de barrios como la Torre, Villa Nueva y el Silencio.
Hizo de la lucha social y la política su vida. Confrontaba pero nunca odiaba. Tenía el coraje para en cada circunstancia volver la cara a los que ayer había dado la espalda. De temperamento impulsivo utilizaba la agresividad para obtener resultados. Enfrentaba interese de poder en defensa de grupos desvalidos.
Hoy ese luchador ha perdido su última batalla. Las aguas del Haina sirvieron de arena para que este gladiador, cual nuevo quijote, se enfrentara a su turbulencia tratando de llegar a tiempo para mitigar el dolor de cabeza de su esposa. Pero Haina lo venció y prefirió que sus aguas le sirvieran de camino para llegar a la eternidad y alcanzar el lugar que Dios tiene reservado a los hombres que como él, equivocados o no, luchan y defienden lo que creen sin importar sus consecuencias.
Paz a sus restos y resignación a sus familiares. ¡HA MUERTO UN GLADIADOR¡
El autor es médico y también ex sindico de Villa Altagracia