Por: Winnie Rodriguez

El pasado 3 de julio asistí a mi consulta de ginecología en la Plaza de la Salud. Con mi plan básico contributivo de Senasa, pagué 200 pesos de diferencia. El 30 de septiembre, para la misma consulta, en el mismo centro y con el mismo plan, ya eran 400 pesos.

En menos de tres meses, el copago se duplicó. Es decir, un aumento del 100%.

Como mujer, madre y ciudadana, no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué los afiliados debemos cargar con este peso? ¿Por qué pagamos más por lo mismo, sin explicación alguna?

Lo irónico —y doloroso— es que este incremento llega justo cuando el país todavía tiene fresca la memoria del desfalco en Senasa, un caso que puso en evidencia la mala administración de fondos que debían ser destinados a nuestra salud.

Entonces, ¿qué conclusión queda? Que los asegurados estamos pagando las consecuencias. Que ese desfalco, en lugar de asumirlo quienes lo provocaron, se nos traslada silenciosamente a los ciudadanos con aumentos como este.

No estamos hablando de un simple ajuste de 200 pesos más. Estamos hablando de la lógica perversa de un sistema que convierte la salud en un negocio: donde los recursos públicos se malgastan, y donde los ciudadanos, a pesar de aportar cada mes, terminamos pagando dos veces.

La salud no debería ser un privilegio ni un castigo. Senasa es la ARS del Estado, la que debería dar el ejemplo. Pero hoy parece más enfocada en que los afiliados cubramos lo que otros se robaron.

Y yo me pregunto: ¿hasta dónde llegará esto? ¿Cuánto más tendremos que pagar los ciudadanos por el costo de la corrupción?