Martine Moïse, la esposa del asesinado presidente de Haití, relató a investigadores de la FBI que “vio morir al presidente al lado de ella”, después de que le descargaron muchos disparos con armas automáticas.
Al narrar su testimonio del magnicidio en la revista «Semana», la viuda de Moïse aseguró que los mercenarios estaban ensañados y actuaban con mucho odio para que ninguno pudiera salvarse.
Indicó que estaba en la cama de su cuarto con su esposo, en la casa presidencial, cuando escucharon fuertes disparos y el presidente le dijo “Cariño, estamos muertos”.
Martine relató que cuando el grupo de mercenarios se introdujo en su residencia, ella corrió junto a sus hijos y los llevó hasta el baño, les ordenó que se camuflaran en el interior de la ducha y regresó al cuarto donde la esperaba su esposo.
Dijo que en medio de las balas, decidieron esconderse debajo de la cama, apoyando sus caras contra el piso. Querían escapar de los homicidas, pero la estatura no los favorecía y sus pies quedaron descubiertos.
Aseguró que mientras los estaban atacando los mercenarios, que escuchaba hablar en español, se comunicaban por teléfono con alguien que iba dando las órdenes.
Según la revista Semana, la viuda de Moise manifestó que a ella fue la primera a la que le dispararon, intentando sacarla de donde se escondía, pero la mitad de su cuerpo seguía debajo de la cama. Incluso, alcanzó a decirle al presidente que estaba viva.
Los asesinos buscaron al otro lado de la cama al mandatario. Lo sacaron, lo voltearon y, de acuerdo con su relato, lo empezaron a describir: “Alto, delgado, de piel morena”, decían. Ella alcanzó a escuchar que al otro lado del teléfono otro hombre dio la orden de ejecutarlo al confirmar que se trataba del presidente.
Regresaron al otro lado de la cama y sacaron a la mujer a la fuerza. Uno de ellos se paró sobre sus piernas (por eso supo que portaban botas), y con una linterna le alumbró los ojos. Quería confirmar que estaba muerta. La primera dama no se movió ni parpadeó, porque sabía que, si lo hacía, la rematarían.
Cuando se acabaron los disparos, los mercenarios revisaron los cajones de la mesa de noche y el escritorio en la habitación, que muchas veces era utilizada como despacho presidencial.
Martine, indicó, solo escuchaba cuando decían: “Sí, esto es, esto es”. Ella afirmó que los mercenarios encontraron lo que estaban buscando cerca del cuerpo sin vida del presidente. Hoy no tiene duda de que se llevaron documentos importantes.
Cuando los asesinos creyeron que la pareja presidencial estaba muerta, permanecieron en la casa entre cinco y diez minutos, mientras hablaban permanentemente. Luego, se dirigieron hacia los otros cuartos, donde también abrían puertas y cajones.
A pesar de estar herida, y con su esposo muerto a escasos centímetros, tan pronto se percató de que las voces de los mercenarios ya se escuchaban en el jardín, como pudo, alcanzó el teléfono, llamó al servicio secreto y bajó a buscar al jardinero y a la empleada. Los encontró amarrados.
Entonces supo que quienes los atacaron se llevaron los pasaportes diplomáticos, pero el personal se había salvado. Sintió un gran alivio al saber que sus hijos estaban con vida. Los minutos se volvieron eternos.
Aunque su equipo de seguridad estaba avisado, no logró llegar rápidamente, pues los mercenarios estaban bloqueando la ruta, a una milla de la residencia.
Cuando entraron, la encontraron llena de sangre, con varias heridas, y la trasladaron de urgencia al hospital, en medio de una gran preocupación por su seguridad y la de los niños. Le hicieron tapar la cara para protegerle su identidad y, además, evitar un contagio de la covid-19.
La primera dama les dijo a los miembros del FBI que su esposo, el presidente, sabía que querían matarlo, pero que él esperaba que el ataque fuera perpetrado tan pronto saliera del cargo.
Fuente :Revista Semana