Por Arismendi Díaz Santana

Con motivo del día Internacional del Trabajo analizamos seis conclusiones del libro, Economía Política de la Desigualdad Social

Los trabajadores constituyen la principal víctima de la desigualdad social. A pesar de ser los creadores de la riqueza social, se enfrentan a un panorama cada vez más incierto, debido al predominio de un sistema excluyente, que fomenta la industria inteligente para concentrar la riqueza, acentuando el desempleo tecnológico y la marginalidad social. Cap. XI, Pág. 264

La participación salarial en el PIB,  cayó del 63% en los 70, al 56% medio siglo después, no obstante el extraordinario crecimiento de la productividad de los recursos humanos. “En los Estados Unidos, el decil superior posee el 72% del patrimonio, y la mitad inferior, apenas el 2%”. Cap. VI, Pág. 152.

La clase dominante siempre ha ofrecido una resistencia tenaz a las demandas de los trabajadores, apoyada en su gran poder económico, y en la capacidad normativa y coercitiva del Estado. Las conquistas y la reducción de la desigualdad social, siempre han sido el resultado de la toma de conciencia, de la organización y de las demandas, con un saldo lamentable de pérdidas humanas, como el 1 de mayo del 1886 en Chicago. Cap. VII, Pág. 174.

En un sistema concentrador y excluyente, la tecnología tiende a acentuar el desempleo.  De acuerdo a una encuesta de finales de noviembre del 2017, a más de 20,000 personas de 18 países de América Latina, “4 de cada 5 Latinoamericanos creen que la ciencia y la tecnología son una amenaza para el empleo.  Cap. XI, Pág. 269.

La fuerza de trabajo está sometida a un tratamiento desigual. A pesar de ser reducida a una relación mercantil, la fuerza de trabajo es la única mercancía: que se vende por su costo, cuyo precio lo establece el comprador, que pierde valor a causa de la inflación, la devaluación y las crisis, y cuya oferta siempre supera a su demanda. (Cap. VI: Pág. 148)

La informalidad es una consecuencia de la marginalidad económica. El trabajo informal constituye una válvula de escape a la presión social que generan los bajos salarios reales, los altos niveles de desempleo, la falta de oportunidades y los elevados impuestos.  Cap. IX, Pág. 230