Por Marino Ramírez Grullón
Desde Estados Unidos por el Huracán Katrina hasta Haití por el Huracán Mathew, recién todavía en curso la pobreza que afecta las naciones a través de sus estructuras físicas queda al descubierto al paso de cualquier catástrofe natural.
Una guerra, un terremoto, un ciclón, cualquier contratiempo natural evidencia incluso la extrema pobreza se refleja hasta en las naciones más desarrolladas.
Esto deja ver que nadie y nada está preparado para ser víctima de lo que se podría denominar evidencia de la pobreza física o espiritual.
Potencias económicas como Japón víctima de situaciones naturales incontrolable como la tragedia de Fukushima o los temibles maremotos que allí se originan dejan ver su pobreza.
Imagínense ustedes entonces cuando países como la República Dominicana se ven afectados por nuestros azotes anuales producto de la violencia natural como son los ciclones o huracanes.
Sencillamente se nos desnuda la pobreza en que viven millones de personas aún se hable de un crecimiento económico fenomenal pero que sólo se ve en el devenir de sólo un grupo de nuestros ciudadanos más dichosos.
Si bien es cierto que el nivel de consumo de una población refleja su crecimiento económico no menos cierto es que esto debe ser mejor distribuido en servicios.
Varios gobiernos incluyendo el presente han hecho esfuerzos por llevar algún bienestar a los dominicanos más pobres pero esto no se logra regalándoles viviendas o tarjetas con fondos de sobreviviencias.
Más bien lo que necesita la gente y el país es una mayor inversión en infraestructuras físicas y promoción de la instalación de industrias fuentes de trabajo para aquel que quiera progresar honradamente aunque no sea un profesional universitario.
Nunca he apoyado que el Estado regale casas porque dentro de esa política paternalista de ayudar a los más pobres también se cuelan otros que hasta montan inmobiliarias con los recursos públicos y fondos regalados.
Lo correcto es ayudar a que cada quien obtenga su casa pero bajo compra aunque sea con grandes facilidades.
Promover la vagancias bajo el concepto de ayuda económica como regalo a gente que puede producir no es prudente.
En tiempos de temporada ciclónica u otros fenómenos naturales desnudamos la pobreza a orillas de los ríos ocupados bajo la irresponsable mirada del Estado.
Ahora tenemos un ejemplo que nos debe servir de experiencia aunque esto necesita una política pública de tal manera que camine de gobierno a gobierno y que cada partido la asuma.
Mientras necesitamos una buena parte de nuestros líderes partidarios invierten el tiempo en como repartírsela gran tajada y luego a Dios que reparta suerte.