América Latina y el Caribe han entrado a golpe de crisis al radar más sensible de una Casa Blanca que tenía a la región fuera de sus prioridades inmediatas.
Un magnicidio, estallidos sociales y la represión gubernamental en algunos países del continente parecen haber sobresaltado a Estados Unidos, que busca responder a la seguidilla de retos en una región desolada además por la pandemia de covid-19.
Tan solo en la última semana, el gobierno de Joe Biden recibió un pedido de ayuda militar de Haití tras el asesinato de su presidente, reaccionó al más alto nivel a las sorpresivas protestas antigubernamentales en Cuba y sancionó a decenas de legisladores, jueces y fiscales de Nicaragua que vincula con abusos de derechos humanos.
Todo esto marca un cambio en Washington, que en los últimos años evitaba mirar al sur del continente más allá del prisma migratorio o de la crisis en Venezuela, y pone a Latinoamérica en la agenda de temas calientes de Biden.