Por Arismendi Díaz Santana
Es importante comentar el contenido de las designaciones del Presidente Danilo Medina en el campo de la salud, por su implicación en el derecho de toda la población a recibir atención médica oportuna y eficiente.
Aunque los gobiernos del PLD se han caracterizado por una gran inamovilidad de los altos funcionarios, a veces los cambios rompen la norma, revelando situaciones que llaman poderosamente la atención.
Recientemente, se produjeron dos casos con motivaciones diferentes, pero con idéntico trasfondo político clientelar. El Doctor César Mella Mejías, cancelado como director general del IDSS, y el Dr. Nelson Rodríguez Monegro, director del Servicio Nacional de Salud (SNS), renunciante.
El caso del Doctor Mella, sustituido por iniciativa del presidente del PRD, tiene un trasfondo clientelar, aunque con un desenlace bastante tradicional. Hace unas semanas, el Dr. Mella hizo pública una carta donde Miguel Vargas Maldonado le informaba que sería destituido.
En esa oportunidad, trascendió que el disgusto entre ambos provenía de la negativa del Dr. Mella a conceder privilegios en la compra de medicamentos e insumos a determinados proveedores, apadrinados por el presidente del PRD.
Por su parte, el Doctor Rodríguez Monegro confesó las grandes dificultades para romper con un modelo sanitario minado por el clientelismo político, y con determinadas irregularidades, lo que lo llevó a renunciar como el primer director del SNS, creado a raíz de la separación de funciones del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Según declaró “por más que usted invierta en un hospital y lo equipe, si el recurso humano sólo va por una hora, hora y media, una vez o dos veces a la semana, y si tenemos personas que no tienen capacidad de gestión, además de una serie de indelicadezas, evidentemente que estamos perdiendo el tiempo”.
Esta afirmación confirma lo que la opinión pública conoce, y lo que revelan todos los informes estadísticos y estudios sobre la salud pública: deterioro de los servicios, ausencia del personal calificado y muy baja productividad, a pesar del esfuerzo de los demás.
Se trata, sin dudas, de una decisión valiente, muy poco usual en funcionarios políticos de ese nivel, que demuestra una alta dosis de coherencia y dignidad, al no aceptar la clásica botella de “Asesor del Poder Ejecutivo”.
Un sistema de salud al servicio de minorías
Estos dos casos, del IDSS y del SNS, no son más que ejemplos concretos de la situación de la salud pública, recurrentemente denunciada por la opinión pública, por el personal y por los propios pacientes de escasos recursos que solicitan regularmente estos servicios.
¿Qué pueden esperar los pacientes de un sistema de salud, víctima de un cáncer maligno provocado por parte del personal de salud que ni siquiera cumple con el horario privilegiado de cuatro horas, por gerentes que carecen de capacidad y “delicadeza”, y por proveedores protegidos que imponen ventas millonarias poco transparentes?
Estas deficiencias, junto a muchas otras señaladas, explican por qué la población catalogó a la atención médica como el servicio público más deficiente del país, según la última encuesta Gallup, publicada por el periódico HOY, hace apenas unos meses.
Y este cáncer continuará, mientras las autoridades continúen reduciendo la salud estatal a un fondo para fomentar el clientelismo político, el ausentismo profesional y el enriquecimiento de grupos de presión que hacen negocios privados a expensas de la salud pública. Evidentemente, estamos perdiendo el tiempo.