EL CAIRO, Egipto.- El cuarto día consecutivo de protestas en contra del presidente de Egipto, Hosni Mubarak, ha producido escenas de caos El Cairo, Alejandría y Suez, donde se reportó la muerte de al menos un manifestante.
En Suez los manifestantes enojados también atacaron vehículos blindados y prendieron fuego a una comisaría de policía, que respondió con balas de goma y gases lacrimógenos.
Las autoridades egipcias, que bloquearon los servicios de internet y telefonía celular en casi todo el país, decretaron un toque de queda y vehículos del ejército han empezado a patrullar las calles de la capital, El Cairo.
Las escenas, impensables hasta hace poco en un país gobernado con puño de hierro por Mubarak durante 30 años, obligan a preguntarse: ¿puede el presidente egipcio correr la misma suerte que la de su similar de Túnez, Zine al-Abdine Bean Azi, derrocado por una sublevación popular hace una semana?
¿Y cuáles serían las consecuencias de la caída de Mubarak?
Después de todo, Egipto es el país más populoso en el mundo árabe, con una de las economías y ejércitos más grandes de la región.
Los manifestantes quieren más libertades, más democracia y empleos.
Y aunque tal vez ya no ejerce la misma influencia en el Medio Oriente de décadas pasadas, su importancia no se discute.
Por eso, si Mubarak llegase a caer, las consecuencias serían considerables. Y se sentirían más allá de la región, llegando sin duda hasta Washington.
Si en realidad se va a dar el proverbial “efecto dominó”, Egipto será la pieza clave que desencadenaría la caída de las otras fichas, opinan los analistas.
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Paralelo con América Latina
El corresponsal de la BBC en El Cairo, Wyre Davis, comenta que muchos están a la espera del desenlace de los próximos días y lo que pase en el Norte de África y el reste del mundo árabe.
Davis, que también cubrió en una época los eventos en Chile, hace alusión a los movimientos que transformaron a varios países latinoamericanos de regímenes militares, en su mayoría, a gobiernos civiles.
Aunque la comparación no es exacta, pues los gobiernos en el Magreb y el Medio Oriente no son militares, si hay varias similitudes.
Son movimientos sociales, no políticos. La gente exige mejores condiciones de vida, comida a precios razonables y empleos.
Wyre Davis, corresponsal de la BBC en El Cairo
“Esencialmente son gobiernos civiles autoritarios, donde hay abusos a los derechos humanos, muy poca democracia y el pueblo se siente frustrado”, señala el corresponsal.
“En ese sentido, los mismos levantamientos que vimos en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil están sucediendo aquí también. La región entera se democratizó en cuestión de una década” afirma.
Lo mismo talvez podría pasar con Egipto y sus vecinos. Pero Wyra Davis advierte que todavía es demasiado temprano.
También resalta que se trata de un movimiento social y no político. “La gente exige mejores condiciones de vida, comida a precios razonables y empleos”, explica.
En ese sentido el movimiento popular se ha contenido a expresiones de malestar interno y no internacional. No ha habido consignas en contra de Estados Unidos ni de Israel.
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El factor islámico
No obstante, Egipto es el mayor receptor de asistencia estadounidense en la región, después de Israel, y el presidente Mubarak es un aliado de Occidente, considerado el hombre fuerte en la lucha contra el radicalismo islámico.
Mubarak es un aliado de occidente, pero las protestas podrían forzar su salida.
La gran interrogante para EE.UU. y Occidente es qué tipo de gobierno entraría si sale Mubarak.
Podría ser un gobierno civil, como también podría haber una toma militar. Mientras tanto la Hermandad Musulmana y otras organizaciones islámicas están esperando entre bastidores.
“Si un movimiento islámico llena el vacío de poder, podrían sufrir las relaciones con Israel y habría preocupación en torno al equilibrio de poder en la región”, dice Davis.
Washington han dejado en claro que apoya más libertades, aunque lo último que quiere ver es un gobierno islámico antioccidente.
Sin embargo, el corresponsal de la BBC subraya que en Egipto hay varios partidos islámicos modernos y democráticos actuando en la política. “La propia Hermandad Musulmana no es necesariamente tan mala como la describe EE.UU.”.
Todavía está por definirse el éxito que pueda tener el movimiento social en Egipto, sobre todo cuando el gobierno tiene un historial de reprimir con mano dura este tipo de protestas.
Pero la situación se está saliendo de las manos. Como informa Wyre Davis, la manifestaciones no están limitadas a una ciudad o a un solo grupo social.
“El éxito del las movilizaciones Túnez fue que, cuando el gobierno quería contenerlas en una ciudad, brotaban en otra y luego en otra”, afirma.
“Estoy viendo ese mismo patrón en Egipto”, concluyó.