“Me siento orgulloso de ser puertorriqueño”, dijo Alomar en su discurso tras ser exaltado el domingo al templo de Cooperstown.
“Siempre jugué por mi isla, por mi bandera y por todos los latinos”. Alomar, cuya placa reza que “estableció los parámetros para una generación de intermedistas”, fue una de las tres figuras honradas en un acto realizado al aire libre.
El lanzador Bert Blyleven y el ejecutivo Pat Gillick fueron los otros dos. Los mayores vítores fueron para Alomar, el tercer puertorriqueño y séptimo latinoamericano que ingresa a Cooperstown. Agitando banderas y coreando su nombre, más de 200 boricuas hicieron el peregrinaje a esta localidad en el centro del estado de Nueva York para celebrar el momento cumbre del oriundo de Salinas.
Pero Alomar también recibió los aplausos de un contingente de canadienses, felices al ver al primer jugador entronizado con el emblema de los Azujelos de Toronto.
Ese fue el primer equipo no estadounidense en ganar la Serie Mundial, al lograr la gesta de un bicampeonato entre 1992-93, con Alomar en plan estelar y Gillick como su arquitecto.
El mensaje de Alomar estuvo cargado de emoción, al mencionar a sus precursores puertorriqueños en Cooperstown y a su familia. “En este día me siento más que orgulloso por estar al lado de dos leyendas que le dieron tanto a este país”, dijo Alomar en referencia a que se sumó a Roberto Clemente y Orlando Cepeda, éste último uno de los 47 miembros del Salón que estuvieron presentes en la ceremonia.
Alomar destacó el recuerdo de Clemente, el jardinero de los Piratas de Pittsburgh que murió en un accidente de aviación la víspera del Año Nuevo de 1972 cuando llevaba ayuda a las víctimas de un terremoto en Nicaragua. Clemente finalizó su carrera con 3.000 hits exactos.
“Estoy muy orgulloso de llevar su nombre”, dijo Alomar.
“No está aquí, aunque desde el cielo nos está escuchando nuestra gran leyenda Roberto Clemente”.