Por Manuel Hernández Villeta
 
villetaLa democracia ha sido el gran mito, el sueño imposible de los dominicanos.Se ha levantado decenas de veces la consigna de la democracia, pero el camino sólo ha sido empedrado a medias, y las lagunas infranqueables impiden el avance hacia la meta.
La democracia y la libertad han sido fuego fatuo de políticos soñadores o lisonjas demagógicas  de inescrupulosos. José Núñez de Cáceres dio el primer paso, proclamando una independencia efímera, pero teniendo en su mente la anexión a grupos rivales a los españoles.
Después de esa España boba, se llega a la lucha del 27 de febrero, donde unos quieren la libertad de la intervención militar haitiana, y otros sencillamente volver al dominio de los españoles. La libertad es enterrada, y surgen como todopoderosos los anexionsitas.
Esta Constitución nuestra, la de ayer, y abuela de la de hoy, surgió entre la sangre y la traición, de los que llevaron al paredón, a la cárcel y al exilio, a los fundadores de la República, y a los  que pensaban que el pueblo tenía  que ser libre, o mejor que se hundiera la isla.
Hoy como ayer, la democracia y la libertad no pasan de ser palabras hueras, para ser hondeadas por los medios de comunicación, y convertirlas en eslogan de ocasión, del cual todos dicen postrarse ante el ideal supremo, pero que pocos lo cumplen.
La Restauración, una de las máximas justas liberadoras del pueblo dominicano, parió a la dictadura de Lilis, como la revolución febrerista fue la madre de Pedro Santana. Cara o cruz, se ha impuesto en nuestros procesos históricos la faz fea del despotismo y la barbarie.
Pero el pueblo sigue luchando para que la libertad y la independencia no sea una mera consigna de los que juegan a  la política para beneficio personal, y de los que ya perdieron la sensibilidad de pensar en la creación de una país reverdecido, de una nueva generación, de un hombre nuevo.
Tenemos sobre nuestros hombros la maldición de que la democracia es una manzana envenenada, que cuando la probamos, no la podemos digerir, y en consecuencia, la evacuamos como dictadura, sangre, luto y déspotas ilustrados.
Caso de la revolución de abril, madre colateral de los doce años del doctor Joaquín Balaguer. Hay que luchar para que la democracia cobre vigencia y que nos salvemos de  tener sobre nuestros hombros la eterna maldición de Sísifo.
Para los dominicanos la democracia es una piedra con la cual parece que nunca llegaremos a la cima, como Sísifo, que  fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.