Como al comenzar un año hacemos propósitos de enmienda y nos trazamos metas y proyectos, el momento es propicio para que rebasemos el ámbito individual y formulemos también objetivos fundamentales para el conjunto social dominicano. Y que lo hagamos con firme voluntad de cambiar, de transformar nuestras miserias en virtudes, nuestras carencias en logros específicos, nuestras debilidades en energías, para superar atrasos ancestrales.
Debemos ser conscientes de que las bases fundamentales de la nación fuerte, próspera, justa y equitativa se van a ir edificando grado a grado, a lo largo de muchos años, con un gran concierto colectivo que habremos de orquestar, superando nuestras pequeñas individualidades. También que para alcanzarlo tendremos que ir ganando muchas pequeñas batallas, de lo poco a lo mucho.
Esta nación requiere una gran revolución social fruto de energías positivas y constructivas, fundada en el imperio de la ley, en el cumplimiento de las normas que nos hemos dado como sociedad, partiendo de la intimidad familiar, en las calles y carreteras, en las escuelas y los centros laborales, hasta alcanzar la amplia diversidad del tejido social.
Para alcanzar esa dimensión el primer objetivo que deberíamos imponernos este año es superar el terrible pesimismo que paraliza tantas energías, convencernos de que como pueblo podemos crear una nueva sociedad, que no nos caerá del cielo, sino que tendremos que construirla ladrillo a ladrillo, armonizando la diversidad de intereses y promoviendo los talentos de todos.
La responsabilidad recae especialmente en las nuevas generaciones de dominicanos y dominicanas que tienen que partir de la realidad de que este es el único país en donde no somos extranjeros, que los aviones y las yolas no alcanzan para todos, sobre todo cuando progresivamente se cierran las puertas de inmigración. A los miles que hemos mandado a estudiar al extranjero hay que reclamarles que vengan a fajarse aquí con humildad y espíritu constructivo.
Rechacemos la resignación y gritemos con fuerzas que podemos cambiar, que vamos a comenzar por transformar la educación, como prioridad fundamental, sin aceptar pasivamente que nos falten 29 mil 954 aulas y que solo podemos construir un diez por ciento durante este año, como nos informaba HOY el jueves 5, en la misma edición que daba cuenta que el gobierno no sabe qué hacer con los 180 apartamentos de lujo que edificó en un sector de clase alta.
Este año tenemos que dar saltos a una nueva cultura de ahorro, estableciendo valladares al dispendio y la corrupción para superar la vergüenza de ser campeones mundiales en malversación de los recursos públicos. Es fundamental para contener la creciente delincuencia y criminalidad que genera inseguridad social.
Este año nos daremos un nuevo gobierno y aunque las propuestas no nos convenzan, alguna de ellas predominará y será la oportunidad para que desde ahora todos exijamos rectificaciones, con un clamor tan intenso y apabullante que no pueda ser ignorado sin que se fracture profundamente el tejido político.
Es fundamental que reconozcamos que no sólo han fallado nuestros políticos, sino todos los sectores sociales, por comisión o por omisión, por complicidad o por indiferencia, por oportunismo o por cobardía.
Año nuevo, vida nueva. Tenemos la oportunidad de empezarla. Ojalá que una gran proporción se decida. ¡Dios mío!