Todos los que aspiramos a cambios significativos en la forma de hacer política y gobernar el país debemos saludar la candidatura a la Presidencia de la República de Danilo Medina, a ser proclamada hoy por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y desearle suerte en un escenario de competencia tan difícil, como indican las encuestas.
Lleva varios años recorriendo el país, armando grupos y formulando propuestas renovadoras de gobierno, bien articuladas, abarcadoras e incluyentes. Se ha rodeado de muchos de los mejores cuadros dirigenciales, profesionales y técnicos de su propio partido y ha obtenido el de muchos otros procedentes de diversos ámbitos sociales.
Cuando turbulencias y tempestades originarias del inveterado caudillismo nacional sacudían la nave del PLD y repercutían en la nación, Medina se condujo con sabiduría, evadió las provocaciones y contuvo a los que querían responder, convencido de que era portador de razones que terminarían predominando, como ocurrió.
En el ínterin se preocupó en conversar directamente con múltiples actores de la vida nacional, tratando de convencerlos de que si le dan oportunidad cambiaría la forma de hacer política y de gobernar. Yo confieso que lo miraba fijamente a los ojos y que me convencía. Lo mismo me ocurría con varios de sus más cercanos colaboradores.
Convencido de que los tiempos no auspiciaban que los vientos tormentosos del continuismo llegaran a huracán, sostuve que si él mantenía la dirección armónica de su orquestación, ningún improvisado iba a poder disputarle la candidatura.
Pero también advertí que su problema sería ganar la presidencia, después de dos períodos de gobierno peledeísta consecutivos y tres de los últimos cuatro, ya que la deuda social histórica, y políticas erráticas, junto a la descomposición delincuencial y rampante corrupción, crean un ambiente de cambio hacia cualquier dirección. Sobre todo si las circunstancias lo obligan a hacerse acompañar de muchos de los que encarnan hoy la indignación nacional.
He ahí el gran desafío de Danilo Medina: precisa la unidad y el respaldo de su partido para ganar, sin que le despojen del margen de diferenciación que le dio fortaleza ante propios y extraños durante los últimos años. Si los suyos no entienden que él parte con la desventaja del desgaste en el poder y que tiene que plantear renovación y diferencias para generar nuevas ilusiones, sucumbirá irremisiblemente.
No es fácil el desafío de Danilo: tiene que empezar a diferenciarse en la forma de hacer campaña electoral, impidiendo que el gobierno irrumpa en la misma para que no se repita su grito desgarrador del 2003: “me venció el Estado”. Y el primer desafío será que los ministros que ha designado para dirigir su campaña electoral tomen inmediata licencia de sus cargos como ocurriría en cualquier democracia, aún de mediana intensidad.
El gobierno tiene muchas formas de ayudar a Danilo. Pero no con los ruidos de esta semana previa a su proclamación, como el del ministro y “cara histórica del PLD” que agrede a diestra y siniestra e insta a la población a no pagar la energía eléctrica, la designación de otras docenas de generales, vicecónsules y viceministros, incluyendo a uno que acaba de ser responsabilizado de la malversación de cientos de millones de pesos que ha quebrado el Seguro Nacional de Maestros, y los abusos en el precio de los combustibles, en promedio 35 por ciento más caros que en diciembre pasado cuando el petróleo se cotizaba como ahora alrededor de 85 dólares el barril.
Sin duda Danilo Medina tiene graves desafíos, entre ellos el de mantener la ilusión de que los cambios son posibles en la política y los políticos nacionales.-