Hipólito Mejía está compelido a lograr la unidad del PRD, capitalizar las grandes insatisfacciones nacionales y recuperar la confianza del frente liberal democrático
El resucitado expresidente Hipólito Mejía asume la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) con el gran desafío de restañar las frustraciones dejadas por su elección nada menos que en los dirigentes fundamentales de su propia casa política.
Paralelamente el agrónomo Mejía tendrá que buscar afianzarse como opción presidencial aprovechando los desconciertos que afectan al partido de gobierno, capitalizando las grandes insatisfacciones nacionales y tratando de recuperar la confianza del frente liberal democrático.
Con la casa dividida
A más de dos meses de su triunfo en la elección primaria perredeísta que marcó una asombrosa resurrección política, Hipólito Mejía llega a la proclamación de su candidatura con la casa aún sacudida por las frustraciones que dejó ese proceso.
La más contundente demostración de que todavía no han sido superados los resabios dejados por la votación del 6 de marzo es que aunque van a proclamar la candidatura de Mejía, los perdedores persisten en mantener nada menos que la expulsión del partido del doctor Enmanuel Esquea, quien presidió la Comisión Nacional Organizadora (CNO) de la convención, lo que llevó a éste a renunciar al cargo esta semana para restar presión al acto de proclamación del candidato, con una carta rebosante de dignidad y visión política.
Debe anotarse que la sanción a Esquea se extiende moralmente a la mayoría de los integrantes de la comisión que reiteradas veces se han manifestado compromisarios de las decisiones del organismo y solidarios con el expulsado de forma sumaria y sin guardar los procedimientos de justicia. Otro de los comisionados el prestigioso historiador Hugo Tolentino, anunció que tampoco asistirá a la convención de hoy, mientras la primera vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch ponderaba todavía el viernes si como primera vicepresidenta asumía la presidencia de la comisión para presentar el informe de rigor en el acto de proclamación, como le pidió el mismo Esquea.
Las tensiones llegaron al grado de que se temió que Vargas Maldonado no asistiera al acto de proclamación, mientras el presidente de la CNO dijo que no faltaban quienes planteaban agredirlo si asistía al acto, a pesar de que en los últimos días múltiples dirigentes y articulistas perredeístas pidieron dejar sin efecto la expulsión de Esquea en aras de la unidad. A mediados de semana la Comisión Nacional Consultiva del PRD, que integran unos 60 dirigentes históricos, se reunió sin la presencia de los seguidores de Vargas y reivindicó a Esquea, pero sin derrumbar las resistencias. Mientras en la opinión pública no se entiende la incongruencia de proclamar al candidato manteniendo la sanción a quien encarnó la organización de su elección.
Caso sin precedente
El candidato presidencial ha defendido repetidas veces la honorabilidad y actuación de los integrantes de la CNO, pero ha tenido que rendirse ante el hecho sin precedente de que las resistencias se acunan en los principales cuadros dirigenciales de su partido, desde la presidente, el presidente en funciones, el secretario general y la secretaria de organización, pasando por la Comisión Política y gran parte de la dirigencia provincial, municipal, de los frentes de masas, además de la mayoría de los síndicos y diputados cuya influencia en sus localidades es fundamental.
Hipólito Mejía pudo ganarle la candidatura a Miguel Vargas Maldonado, quien aún cuando sus propias encuestas le dieron negativo confiaba en que el control de la maquinaria del partido y sus abundantes recursos económicos harían la diferencia, pero no podrá ganar la presidencia de la nación sin vencer los resabios y resistencias de quienes pudieran jugar al chantaje conscientes de su poder.
El PRD había confrontado problemas de reunificación tras elección de candidatos, pero nunca protagonizados por tan alta proporción de sus cuadros dirigenciales. Al contrario los inconformes era promovidos a esos cargos como premio de consolación, como ocurrió con Salvador Jorge Blanco en 1977, con Jacobo Majluta en 1981, con Francisco Peña Gómez en 1985 y con Hatuey de Camps y Rafael Suberví Bonilla en el 1999.
Hasta la llegada de Vargas Maldonado a la presidencia del partido existía el precepto estatutario de que no se podía ocupar los cargos fundamentales y al mismo tiempo aspirar a la candidatura presidencial. Pero eso fue modificado dentro de la estrategia que le llevó a controlar la maquinaria partidista, lo que se ha traducido en mayor debilidad institucional. La inhibición o resistencia de los perdedores es una de las rémoras de la precariedad democrática nacional y se manifiesta en las entidades gremiales, organizaciones profesionales y sociales, los clubes sociales y hasta en las juntas de vecinos.
El primer y gran desafío
En el discurso de hoy Hipólito Mejía tendrá que afrontar su primer desafío, que es restaurar la unidad partidaria, o por lo menos lograr que los intereses del partido predominen sobre los grupos, incluyendo a sus propios seguidores que deberán imbuirse de su espíritu unitario y su capacidad para acercarse a la gente y amarrar colaboración. Unos y otros deberían leer con atención las lecciones políticas contenidas en la generosa carta de renuncia de Enmanuel Esquea a la presidencia de la CNO, donde se invocan las prioridades partidarias y nacionales.
A lo largo de su campaña interna, Mejía pareció prever las dificultades que implicaría una victoria sobre la maquinaria del partido y mantuvo un discurso conciliador, resaltando que después de su elección los necesitaría a todos. Y en los dos meses tras la votación ha actuado con elegante habilidad, paciencia y sabiduría política.
Su proclamación le dará mayor fuerza de atracción de la inmensa mayoría de perredeístas que seguramente pondrán por encima de todo el interés de retomar el poder que perdieron hace 7 años. De sus habilidades depende que pueda vencer la resistencia de los cuadros fundamentalistas de Vargas Maldonado, quien tendrá que terminar por aceptar la realidad si quiere mantener perspectivas políticas de futuro.
En un discurso que será conciliador y unitario a lo interno, Mejía no podrá revocar su reconocimiento a la CNO, lo que incluye a Esquea, y pedir el clásico borrón y cuenta nueva, aunque evadiendo herir la sensibilidad todavía a flor de piel de Vargas Maldonado y sus más fieles.
La línea programática
Un boletín informativo adelantó que en su discurso de hoy Hipólito Mejía esbozará los lineamientos fundamentales de lo que será su programa de gobierno, que está en vías de formulación para ser sometido a discusión y recomendaciones no sólo de los organismos y militancia partidaria sino de las instituciones sociales en general.
Se precisó que el candidato se referirá a “los problemas de desempleo, inseguridad y delincuencia, alto costo de la vida, narcotráfico, apagones, desorden institucional e irrespeto a la Constitución y las leyes, corrupción, inmigración, abandono de los sectores productivos, la educación y la salud, entre otros”.
Sería un error fundamental que Mejía no aproveche el escenario de lanzamiento formal de su candidatura para iniciar la tarea de capitalizar las grandes insatisfacciones nacionales, para lo cual tiene que esbozar propuestas, dejando menos espacio a la improvisación, incluso en el sensible problema de la tremenda corrupción nacional. Ante el Grupo de Comunicaciones Corripio planteó que combatirá la corrupción reinante y así se desplegó 4 días antes de su elección, sin que nadie lo pudiera objetar, pero hace dos semanas banalizó el tema al no evadir una pregunta provocativa.
Si quiere salir adelante, el PRD tiene que comenzar por aprovechar el desconcierto en que seguirá el Partido de la Liberación Dominicana hasta que pueda reunificarse tras la elección de su candidato, en un interregno de dos meses. Y desde ya tendrá que reclamar una reforma política para reducir el abuso del poder en la próxima campaña electoral, por lo menos resucitando el compromiso pactado con el presidente Leonel Fernández de aprobar una ley de partidos.
El otro gran desafío para el candidato es tratar de recuperar la confianza de los sectores liberales democráticos de los que él mismo se distanció cuando fue víctima de los humos del poder y se embarcó en la aventura continuista. Es obvio que esos sectores, de los que forma parte la capa media más crítica y exigente de la sociedad y líderes sociales y empresariales muestra una gran insatisfacción con todo el sistema político. Más que pensar en los partidos dominantes que han frustrado las ilusiones de cambios políticos y sociales, anhelan la orquestación de alternativas. El que quiera recuperarlos tendrá que realizar un esfuerzo serio de propuestas y coherencia política.-