A Pleno Sol
Por Manuel Hernández Villeta
Los partidos políticos dominicanos naufragan en un mar tempestuoso. Fomenta la división la carencia de una ideología y ser maquinarias electorales; Es una penosa realidad las zancadillas al liderazgo emergente y el fortalecer tendencias antes que la unidad colectiva.
Hoy los partidos son simples siglas con resultados electorales. Más importancia tiene en un partido el liderazgo máximo, que el poder institucional del grupo. El problema deviene cuando en un sector partidista se cobijan dos o más dirigentes que sean pesos pesados.
El culto a la personalidad es la principal ideología que baña hoy a los grupos políticos. Se hace y se realiza lo que determine el líder. De cara a las elecciones, no importa el partido, sino el candidato. Los partidos han dejado de ser frentes de masas, para convertirse en el eco de personalidades con arraigo popular.
Si el partidismo no ha podido sentar bases institucionales en la República Dominicana, es un absurdo pensar en una ley de partidos. Un reglamento de este tipo no pondría orden en ningún lugar, porque la norma en los partidos la traza la figura providencial, y no los estatutos.
Antes de una ley de partidos que sería letra muerta, lo que se debe es crear las bases para que los grupos políticos tengan estatutos internos, militantes con responsabilidad y dirigencia que piense en los mejores intereses del país.
Siendo apéndices para campañas electorales y arrastrando a los legisladores que son los que podrían aprobar esa nueva ley, se hace difícil establecer unos controles utópicos que únicamente interesan a los representantes de la sociedad civil.
El culto a la personalidad del líder ha sustituido en dominicana las decisiones colectivas. La democracia no pasa de ser una expresión sin importancia, cuando con un dedo se ponen candidatos y con un mohín se realizan alianzas.
Hay que desde ahora ir trabajando en una nueva camada de dirigentes políticos que sean responsables; que piensen en el bien colectivo; que tengan por misión luchar por erradicar la pobreza extrema que padece el país; que haya mejor distribución de las riquezas; que se abran escuelas en cada barrio y que la comida llegue caliente a cada mesa pobre.
Por desgracia el futuro nacional está en la cabeza de los dirigentes y no en la plataforma social de los partidos políticos. Si no cambiamos la mentalidad de exaltar personalidades y olvidar las soluciones colectivas, seguiremos congelados en el tiempo y el espacio, y en vez de dar un paso hacia el progreso, iremos corriendo hacia el precipicio. !Ay!, se me acabó la tinta.