El diálogo dominico-haitiano reiniciado esta semana con la reunión en Barahona de los dos presidentes de la isla se corresponde con una creciente convicción de que no hay mejor alternativa para solucionar los diferendos que afectan las relaciones entre las dos naciones de la isla.
Se requieren mayores esfuerzos para evitar que los radicales sembradores de odios y confrontaciones aborten la decisión del presidente Danilo Medina de reabrir el diálogo binacional, alentado en los últimos días por sectores empresariales, sociales y religiosos convencidos de que se impone la racionalidad en las relaciones binacionales.
Inicio de la distensión
La reunión del pasado martes 13 de los presidentes Danilo Medina y Michell Martelly marca el inicio de la distensión diez semanas después que el gobierno dominicano rechazara la mediación de la Organización de Estados Americanos en los diferendos migratorios entre los dos países. La tensión se agravó a mediados de septiembre cuando el gobierno haitiano dispuso que 23 productos de exportación dominicanos sólo entren a su territorio por vía marítima o aérea.
La reunión se extendió por cerca de cuatro horas, durante las cuales se acordó la normalización de las relaciones diplomáticas. Haití nombrará nuevo embajador y el dominicano, Rubén Silié, retornará a Puerto Príncipe. Se pactó también abordar las relaciones comerciales en un plazo de 15 días, dentro del cual habría una reunión de ministros y directores de aduanas. El presidente dominicano quedó invitado a Puerto Príncipe, dependiendo del avance en las negociaciones.
Los más radicales se han alarmado porque en ese primer encuentro no se lograra el levantamiento de la veda a las exportaciones dominicanas por tierra, algo muy difícil que ocurra antes de las elecciones presidenciales haitianas programadas para el próximo domingo 25, ya que allá, como aquí, la confrontación no está despojada de intencionalidad de lograr cohesión interna y apoyo político. Podría depender de que cómo le vaya al candidato que apoya el presidente Martelly y si hay segunda votación el 27 de diciembre.
Habrá que negociar
Los haitianos están conscientes de haber tocado un punto sensible para los dominicanos, como es el comercio, en el cual ellos solo pueden aspirar a reducir desventajas, poniendo en vigencia un acuerdo previo sobre cuestiones aduanales, al que se comprometieron, o buscando mayores recaudaciones de unas exportaciones dominicanas que en lo formal montaron a unos 1,400 millones de dólares el año pasado, y otros tres o cuatrocientos millones más en la informalidad de los mercados binacionales.
Los empresarios de Haití han dado firme apoyo a las restricciones al comercio dominicano, por un lado alentados por intereses propios de importaciones de otros mercados y por interés de que los dominicanos compensen la enorme disparidad, pues ellos solo vendieron al país el año pasado por unos 10 millones de dólares en el mercado formal. Se conocen quejas por restricciones a productos haitianos como rones y cervezas que podrían tener mercado en el país, en particular entre los inmigrantes haitianos.
Tampoco se puede ignorar que entre las peticiones haitianas acogidas en la reunión del martes 13 figuró la de una “mayor ponderación” en las repatriaciones de inmigrantes. Han reclamado la revisión de un protocolo para las deportaciones acordado en 1991, lo que ha rechazado el gobierno dominicano, atado al discurso soberanista, adoptado por gran porte de los funcionarios y el partido de gobierno y de la opinión pública nacional.
En cualquier caso era iluso pretender que la restricción a las exportaciones fuera levantada tan simplemente en una reunión cumbre, sin previas negociaciones, aunque el mandatario haitiano deleitara a los concurrentes con su histrionismo de cantante popular.
Grave daño económico
Más allá del radicalismo nacionalista que ha pautado las relaciones dominicanas con Haití, el gobierno ha quedado impelido a crear un ambiente propicio para reducir lo más posible los daños que la restricción de exportaciones impuesta por Haití está ocasionando a productores, comerciantes y transportistas dominicanos.
El ministro de economía ha cifrado en unos 400 millones de dólares por año las pérdidas que conllevaría la restricción, pero sectores empresariales las estiman sobre 600 millones de dólares, aún asumiendo que una parte pudiera enviarse por mar, con mayor costo de fletes. Muchas empresas industriales, productores agropecuarios y comerciantes sufrirían descalabro y miles de dominicanos perderían sus empleos. Los daños serían sensibles también del lado haitiano y se estimularía un contrabando que ya tiene expresión, alentado por cierta solidaridad en las poblaciones fronterizas.
Sectores empresariales, sobre todo cibaeños, han expuesto sus preocupaciones al presidente Medina. El viernes una asamblea de comerciantes de Dajabón y la línea fronteriza pegó el grito de auxilio por las pérdidas que les deja una segunda semana sin operaciones en los mercados binacionales. La economía de Dajabón, con más de 800 habitaciones hoteleras, depende de ese mercado.
A mediados de semana unos 300 profesionales dominicanos que laboran en la zona franca del Grupo M en Juan Méndez presidido por el santiagués Fernando Capellán, lograron que la federación de camioneros, con excesivo protagonismo en la crisis bilateral, desistiera de un boicot que empezaba a afectar las operaciones de ese parque industrial donde trabajan 9 mil personas.
No pelear con buen cliente
Recientemente Juan Vicini Lluberes, uno de los promotores del Consejo Económico Binacional Quisqueya, que planifica multimillonarias inversiones en la frontera, lanzó la toalla a las autoridades de Haití, al expresar su comprensión de que ellas pretendan mayores recaudaciones de un comercio tan favorable a los dominicanos. Y esta semana otro grannempresario, Pepín Corripio, advirtió que “no es inteligente pelease con un buen cliente”.
Aunque visualiza las limitaciones políticas, y considera desafortunada la restricción haitiana, Corripio plantea que “la única solución, para no ser utópico, a pesar de que hay oposición a ello, es seguir hablando con el gobierno haitiano para que nos digan qué es lo que verdaderamente quieren”, consciente de que en toda negociación hay concesiones.
Fuentes bien informadas aseguran que el presidente Medina entiende la necesidad de retomar el diálogo con Haití por encima de la algarabía de los radicales nacionalistas que pregonan la confrontación. El escenario internacional también lo recomienda. La próxima semana la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebra aquí un evento sobre integración regional, sin que garantizaran la participación de la Comunidad de Estados Caribeños (CARICOM) que reúne 14 países, incluyendo a Haití. Para tener éxito cuando en enero el país asuma la presidencia de la CELAC, habrá que mejorar las relaciones con el bloque caribeño, lo que pasa por un diálogo constructivo con Haití. Más porque en mayo sesionará aquí la Asamblea de la Organización de Estados Americanos.
La Iglesia alienta el diálogo
Inspirados en la exhortación que les hizo el Papa Francico en su reunión de mayo pasado, los obispos dominicanos vienen asumiendo la defensa del diálogo y la solidaridad entre los dos países de la isla. Primero lo hizo la Comisión de Pastoral Migratoria de la Conferencia Episcopal, luego los obispos de Santiago, San Francisco de Macorís y San Juan, Freddy Bretón, Fausto Mejía y José Dolores Grullón.
Esta misma semana se produjo un encuentro de dos días entre los obispos dominicanos y haitianos de las diócesis fronterizas, tres de cada lado y sus responsables de pastoral migratoria, que concluyó bendiciendo la reunión de los presidentes Medina y Martelly. “aguardando extenderles el saludo a medida que los dos países fructifiquen en el justo diálogo bilateral con respeto mutuo y sin injerencia foránea”.
El editorial del periódico católico Camino de este domingo extendió un manto de amparo a la cumbre presidencial del martes, proclamando que “llega en un momento oportuno, para evitar que sigamos alimentando el desencuentro y el odio, cuando lo esencial es aprender a convivir con respeto buscando alternativas que permitan a cada nación crecer,,,”. Con relación al encuentro de los obispos fronterizos, el periódico del Episcopado expreso su esperanza de que “sirva de ejemplo” a los sectores políticos binacionales “para que comprendan que juntos podemos encontrar salidas esperanzadoras a los problemas que padecen ambas naciones”.
Mientras tanto entre consorcios de organizaciones sociales e intelectuales de ambos países se encaminan esfuerzos buscando aislar la confrontación para que predomine el entendimiento entre las dos naciones de la isla. –