firmaAl agradecer al ilustrísimo Presidente de este Ateneo, la gentil invitación a compartir en este antiquísimo e importante escenario algunas ideas sobre la primera tierra de España en América y sobre las relaciones poco comprendidas de las dos naciones que la ocupan, confieso que en realidad lo que hago es invitarlos a estudiar uno de los temas más interesantes de la historia del mundo, dos naciones condenadas a un espacio vital, hermanas e inusualmente distintas. Esta noche veremos porqué.

Soy consciente del privilegio que representa hablar ante ustedes en este escenario por el que han pasado premios nobel, ex presidentes del Gobierno y los más ilustres intelectuales del mundo cuando han visitado este reino, por lo que de nuevo, en nombre de los compatriotas que han venido esta noche y de los ciudadanos españoles, presentes, por lo que de nuevo, gracias por el honor inmerecido a este humilde americano.

En cuanto a las palabras elogiosas que expresó el catedrático, Dr. Marcos Masso Garrote, no las tomen muy en cuenta que más que testimonio de talento que me atribuye, son expresión de su afecto por mí, de ellas, solamente guarden, que siendo Doctor por la UCLM, llevo esa distinción con gran orgullo y al mismo tiempo, con humildad.

El 1 de Enero de 1804

Decisiones tomadas en España dieron lugar al abandono de la parte norte de la isla Hispaniola con las devastaciones de Osorio en 1605, que permitieron en 1640 el asentamiento de bucaneros y filibusteros. Con el tiempo este asentamiento, en 1697 fue cedido a Francia por el Tratado de Ryswick, era reconocido por España; hizo falta poco tiempo para que esta fuera reconocida como parte de su imperio fuera colocada bajo control en 1712 cuando es designado oficialmente Charles de Blenac.

Allí en menos de 22 mil kilómetros se desarrolló una colonia en extremo laboriosa y rica, basada esencialmente en la explotación industrial, en particular, del azúcar, aunque exportaba madera y otros productos. La riqueza – caso excepcional – no provenía de la minería, sino de la explotación más intensa y cruel del esclavo que conoció América: ocho años era su promedio de vida desde que era aprehendido, vendido y encadenado a uno de los 451 trapiches; jamás se le desencadenada, ni para comer, dormir, defecar, bañarse y desde luego tampoco, para aparearse, en sentido general.

Esa explotación inmisericorde produjo revueltas, en particular la de Macandal en 1751 y, la última, “La Noche de los cuchillos” el 1 de Enero de 1801, que produce la independencia: fue la alborada en que los esclavos, se estima que unos 500 mil, mataron 25 blancos y una cantidad casi igual de mestizos. A la mañana siguiente, la libertad se había logrado y, de paso, la colonia más rica, en una noche se convirtió en la más pobre del continente, hasta la fecha.

Ese primer día los liberadores descubren que, resultaba muy difícil entenderse, incluso con su propio ejército, pues hablaban idiomas distintos, puesto que provenían de lugares distintos en África, sus deidades también eran diferentes. Por otra parte, la república está rodeada de territorios esclavistas, incluso, la primera república, Estados Unidos, también lo es.

Se impone una necesidad del Estado para crear la matriz de una nación de personas cuyo única característica, son el color de la piel y la necesidad de ser libres para no perecer; así es como la nueva Constitución dispone en su articulo 14, que, para tener la nacionalidad, es necesario ser negro y, que los blancos, no pueden poseer tierras, lo que desde luego alejara la inversión durante más de un siglo. Por otra parte se requiere de una lengua común y, en alguna medida, aunque se adopta la religión católica, que nadie práctica, es como surgen el patois y el vudú que junto al color constituyen la matriz de la nación hasta el presente.

El 27 de febrero de 1844

El Este de origen hispano con unos 53 mil kilómetros cuadrados es pobre y despoblada, apenas unas 70 mil almas que en 1821 habían declarado su independencia, siendo ocupada, poco después, en 1822 por el ejército haitiano compuesto de más de 30 mil hombres, sin resistencia. En esta parte de la isla, con una esclavitud benigna, casi inexistente, la libertad no era la bandera, empero más tarde, para un pequeño grupo, lo fue la independencia. Acá, si bien la raza no era determinante, si lo fueron el idioma y, en alguna medida, la cultura y la religión.

La ocupación contiene cargas económicas importantes, pues Haití debe pagar a Francia los costos de su independencia, que vienen a ser compartidos, por otra parte, la política de integración racial, forzada, así como las dificultades para poseer bienes impuestas a blancos y mulatos, se convierten en problemas permanentes, que pronto alimentan las ideas independentistas.

Aunque pocos de los protagonistas – excepto los más jóvenes encabezados por Duarte – creen en ella, el 27 de febrero, con poca violencia se proclama la independencia de Haití de los pueblos del Este, de origen hispano y surge la República Dominicana.

Surge sin esclavitud, puesto que esta institución histórica se extinguió sola, pobre y poco poblada para enfrentar de inmediato las invasiones haitianas por el Sur y por el Norte. Durante meses es acosada y, en todos los campos, a pesar de la enorme desventaja en armas y hombres, venció.

Al terminar la primera administración de Báez, elegido de nuevo Santana, una misión de España, encabezada por Mariano Torrente, logra apaciguar al emperador Faustino Soulouque y se disfruta el primer periodo de paz que da lugar a la Anexión a España y a la Guerra de la Restauración.

Finales del Siglo XIX, principios del XX

Al terminar la Guerra de Restauración con la salida de las tropas españolas, Haití y República Dominicana suscriben su primer tratado de Paz, Amistad y Comercio en 1874, que deja pendiente los diferendos fronterizos que se extienden hasta 1929 y 1936, cuando por primera vez, cambia la correlación de fuerzas.

A principios del Siglo XX ambas repúblicas son invadidas por tropas de Estados Unidos, Haití en 1915 y República Dominicana en 1916 de donde se retiran, de la segunda en 1924 y de la primera en 1934.

Con todo y lo oprobiosa que resultó, en ocho años, la ocupación militar dejó en RD el inició de infraestructuras físicas mínimas y la plataforma para estructurar el Estado, que siguió Rafael Trujillo durante 31 años para organizarlo. En Haití, a la salida, excepto una fachada republicana endeble, no dejó nada.

En la década de los 50 cuando Trujillo empieza a celebrar fastuosamente los 25 años de su régimen ya, la infraestructura del país y el Estado, habían dejado atrás por mucho, a Haití, sin embargo, la ruralidad, la esperanza de vida, el ingreso, la salud y la educación, con los efectos de las sanciones de la OEA y el desorden que sobrevino a la muerte del sátrapa, eran semejantes.

El derrocamiento del Gobierno de Bosch y la perversión de los regímenes sultánicos que le siguieron, desencadenó la Revolución de Abril de 1966 y la Segunda Intervención norteamericana, es con el retorno de Joaquín Balaguer, que el sendero del progreso y estabilidad – a veces ensangrentada – empieza a separar sus indicadores económicos y de vida, hasta la fecha.

Mientras Haití, desde 1966 se ha mantenido sin crecer y en la mayoría de las décadas, ha decrecido, en particular desde 1986, en República Dominicana el PIB ha crecido en promedio un 5% anual.

En Haití, a la muerte de Francois Duvalier el 21 de abril de 1971 le sucede su hijo, Jean Claude, que extiende la dinastía hasta 1986 cuando sale al exilio y, se piensa que iniciara la democracia, cuando asume la presidencia el 7 de febrero del 1991 a Aristide, derrocado por los militares siete meses más tarde y, desde entonces, de una forma u otra, la comunidad internacional, ha mantenido intervenido a dicho país, gastando miles de millones de dólares, sin el menor éxito.

Específicamente, Estados Unidos intervino militarmente de 1994 a 1996 y, de nuevo, junto a Naciones Unidas, desde el 2004 hasta la fecha, fracasando como en ningún otro lugar, en el intento de instaurar una democracia viable.

Tras el retorno del Presidente Jean Bertrain Aristide en octubre de 1994, se cumplió una de las condiciones de su regreso: disolver el ejército, única institución del Estado haitiano y a la que se culpaba de todos sus males. ¿Resultado? Naciones Unidas ha tenido que mantener una fuerza militar y de Policía, que en su nivel más bajo mantiene 7,105 uniformados a un costo para este año de USD$ 500 millones, en comparación con los USD$ 453.76 millones que cuesta los 50,315 militares y policías uniformados de República Dominicana.

Sociedades racista y multirracial

En el siglo XIX cuando se forma la nación haitiana, a todo lo largo, por la coyuntura histórica, es extremadamente racista, los blancos están excluidos y a los mulatos, se les persigue en forma continua. Eso no ha variado en más de 200 años. Nunca un blanco ha gobernado y son en extremo escasos, los mulatos que lo han logrado, el censo arroja una pureza racial del 99% de los habitantes.

República Dominicana, por su parte, nace mulata; entre los independentistas, hay negros mulatos y blancos. Los anexionistas, que gobernaron casi todo el periodo, por igual: Santana, Bobadilla y Báez. El héroe de la Restauración y principal líder político hasta su muerte, Luperón, es negro. Igual lo es el Presidente que gobierna durante más tiempo, Ulises Hereaux, hijo de haitianos. La historia del siglo XX no es distinta; a lo largo de 170 años aparecieron el himno, el merengue, el sancocho y el baseball, empero desde el primer día de la República, esta es tolerante y multirracial, todo el tiempo ha estado abierta a las inmigraciones de hispanoamericanos, negros de Estados Unidos y de las islas inglesas, judías, japonesas, chinas y españolas. Haití, no.

En República Dominicana se puede dar algún caso de discrimen, como en alguna medida los hay en todas las sociedades del mundo, empero no por la raza, ni por el origen, sino eventualmente por la educación y la billetera: no existe una familia blanca en que no haya negros y mulatos y, estos últimos, usualmente, resultan ser los profesionales, deportistas, artistas y empresarios más destacados.

En Haití, la riqueza y la explotación, provocaron una revuelta de odio, el entorno, les hizo encerrarse dentro de sí; en República Dominicana, la pobreza y la escasa población le desarrollaron un carácter nacional apacible, abierto, alegre, el entorno, hispano, le crearon un carácter despreocupado y la cercanía religiosa con Estados Unidos y las islas, añadió un espíritu de tolerancia proverbial.

Razones del fracaso

Desconocimiento absoluto del origen de la nación haitiana y de su matriz: color, idioma y religión.

La Comunidad Internacional, ve en Haití, una nación distinta, como suele mirar a las demás del hemisferio y, al no considerar sus peculiaridades, los planes siempre han fracasado, tanto los de instaurar un régimen democrático viable, como la de mejorar los niveles de desarrollo.

El embargo permanente de la pobreza

Haití ha estado embargada desde su fundación, lo estuvo por las dificultades inherentes a los elementos de su nacimiento y lo ha estado luego por la pobreza extrema a la que sus elites le han sometido, pues el único bien que le vende la República, es la libertad y, por ese bien – o el espejismo del mismo -, lo sacrifican todo.

Disolución del ejercito

A los ojos de las naciones del mundo el Ejercito, a partir de 1986, se convirtió en un problema – quizás lo era – por ello al retornar Aristide, se disolvió; la historia posterior a demostrado que eso fue un error y que el Ejercito, no era el problema: se disolvió la única institución haitiana que funcionaba, la que probablemente solo debió reformarse.
Sistema Político inapropiado e impráctico

Haití no tiene como sistema político el presidencialismo, sino el semipresidencialismo, en que si bien el Jefe del Estado es el Presidente, el Parlamento, a través del control del Gabinete, que dirige un primer Ministro, dirige el Gobierno: en las últimas administraciones de Preval y de Martelly, se ha demostrado que la complicación de este sistema impide una Administración eficaz, cuando no son las confrontaciones y excesiva fragmentación del Gabinete, es la falta de legitimidad del Parlamento.

Corrupción y cooperación

En Haití, la pobreza y la cooperación son la fuente de enriquecimiento y, eje de la corrupción. Nada puede ejecutarse sin el pago de peajes excesivos, prefieren que los proyectos no se ejecuten y que las ayudas no lleguen, a dejarlos realizarse sin el pago de comisiones y la asociación con empresarios locales ligados al gobierno de turno.

El negocio de cooperar

Empero las mismas naciones que cooperan tiene a empresarios y organizaciones no gubernamentales para las cuales el turismo de crisis, es su quehacer natural y tienen en él su mayor fuente de financiamiento.

Devastación geográfica total

La devastación que a lo largo de 210 años, ha sido terrible, convirtiendo al país en un desierto de piedras, también juega su pale perverso, pues en la mayoría del territorio no hay agua, ríos ni vegetación con lo que la misma se aglomera en unas pocas zonas. Para enfrentar este problema a largo plazo, tampoco se ha diseñado una política, cuando menos, de momento, para evitar algo tan sencillo como es el uso de carbón vegetal.

La presencia haitiana en República Dominicana

República dominicana, como es natural, siempre ha sido el lugar de asilo de los líderes haitianos cuando han tenido dificultades en su país y, sus elites, regularmente mantienen buenas relaciones en el país.

La inmigración con las connotaciones masivas que hoy se dan podría situarse a partir de la primera intervención de los norteamericanos en ambas naciones, pues empezaron a traer braseros haitianos, con permisos del departamento de Agricultura, para el corte de la caña que antes era realizado principalmente por puertorriqueños desde que los cubanos en la última parte del siglo XIX establecen muchos de los actuales ingenios.

Otro punto conflictivo de la inmigración lo constituía la franja fronteriza puesto que la cultura haitiana, ni existen fronteras, ni documentos de identidad.

El Gobierno de Trujillo y, sobre todo luego los gobiernos del Dr. Balaguer y siguientes, mediante contratos con el Gobierno haitiano, continuaron el uso de braseros haitianos a razón de unos 10 mil por año para los trabajos de los ingenios azucareros: inicialmente, los braseros retornaban una vez concluía el periodo de la zafra.

Con el pasar del tiempo, cada vez más se fueron quedando cada año e integrándose a cultivos distintos, como era la recogida del café, el caco, la siembra de arroz, entre otros y más tarde, en las ciudades en el comercio informal. Posteriormente se integran masivamente a dos sectores importantes, la construcción y el turismo.

Ha sido difícil cuantificar de manera científica la población por la naturaleza de la misma, viven en construcciones abandonadas sin terminar, en ghetos en las ciudades y en las zonas rurales, incluso a campo abierto, sin techo y en las montañas del horno de carbón.

El último Censo Nacional del 2010, hecho sobre la base de hogares, logró empadronar a unos 311 mil ciudadanos haitianos; esta medición resulta sesgada porque la mayor parte no reside en hogares formales, sino en viviendas abandonas, a medio construir y en zonas rurales apartadas.

Un trabajo realizado dos años después, dedicado exclusivamente a medir la presencia de extranjeros determinó que eran 688 mil ciudadanos haitianos, incluyendo los niños. Otras estimaciones por municipios, estiman que son 1.5 millones.

La Junta Central Electoral en ocasión de una auditoria ordenada por el Tribunal Constitucional determinó, segregándolos en tres grupos, a) que existían 57,720 personas a quienes correspondía la ciudadanía haitiana, nacidas en territorio dominicano entre los años de 1929 y 2007, b) compuesto por 209 mil admitidos por la ONU y el Acnur, que no poseían ninguna vinculación de ciudadanía, a los cuales sin embargo se les concedió la oportunidad de obtenerla y no se presentaron, excepto 8,775.

Trabajos sectoriales para el área laboral, han establecido que en el país prestar servicios unos 214 mil haitianos, que producen que producen USD$ 1,489 millones cada año de los cuales envían en remesas USD$ 745 millones, más que toda la ayuda de UAS o la Unión Europea.

La Coyuntura hemisférica y mundial

América y, en particular, Estados Unidos, Canadá y hace unos años Venezuela, junto a Europa, en particular Francia, desde 1986 cuando sale al exilio Duvalier, estuvieron procurando colocar en los rieles de la democracia y el progreso a Haití, en ese interés es indudable que invirtieron grandes sumas de dinero y de tiempo. Igualmente, por falta de conocimiento cometieron errores terribles.

Hitos importantes en esta ruta han sido, las elecciones de 1990, que luego del fracaso de Leslie Manigat de la democracia cristiana, eligieron a Jean Bertran Aristide, derrocado poco más tarde por los militares: el espejismo democrático llevó a las naciones del mundo a “embargar a Haití” hasta el retorno del depuesto presidente.

A este se le repone con bombos y platillos en el año de 1994, para culminar su mandato tras el cual sale electo su Primer Ministro, Rene Preval, hasta la fecha único presidente que completó su mandato; no obstante más de tres cuarta parte del mismo lo hizo sin gabinete.

Reelegido Aristide, adalid de las naciones desarrolladas interesadas en Haití, Estados Unidos le derroca y le exilia en África: sin Ejército, desde entonces, tras 21 años de intervención, Naciones Unidas y varios países han gastado sumas descomunales sin resultado alguno.

Elegido, otra vez Preval, quien de nuevo, concluye su mandato, conduce otra vez un Estado incapaz de constituir Gobierno y para colmo, se produce el terremoto del 12 de enero del 2010.

Martelly, un cantante si experiencia política, sucede a Preval en la jefatura del Estado y enfrenta el mismo problema. El excesivo fraccionamiento impide un Gobierno estable-honesto y la ejecución de políticas públicas coherentes hasta la presente fecha en que se encuentra casi al término de su mandato.

En todo ese tiempo otra de las variables constantes es la ilegalidad del Parlamento, que en todos los casos ha pospuesto la celebración de las elecciones y sólo cuando la presión internacional ha sido en extremo fuerte, se han realizado, siempre, con una muy escasa participación ciudadana.

América, liderada por Estados Unidos y tibiamente por Canadá, que en este tema arrastra a Europa, acusa cansancio de un tema que parece no tener solución y, en ese marco, evidencia los efectos de un complejo de culpa que tuerce su solidaridad sin lograr que ésta sea efectiva abatida por los intereses locales y el lobby haitiano en el exterior.

En el marco triste de una realidad, no comprendida y por ello, no resuelta, el Gobierno dominicano en cumplimiento de una sentencia del Tribunal Constitucional, luego de realizar el inventario ordenado por la Corte, solicitó al Congreso Nacional la aprobación de una Ley de Regularización, que en sus efectos es una Ley de Amnistía para conceder la ciudadanía a una significativa cantidad de ciudadanos haitianos que se encontraban en territorio dominicano desde hace años, como vimos anteriormente.

La Aplicación de la Ley y Reglamento de Migración, inició su vigencia en junio pasado, sin que hasta la fecha, ninguna de las premoniciones que anunciaban negras nubes de deportaciones masivas, se hayan producido, sin embargo, el país, por una débil estrategia internacional, ha pagado un alto precio por ordenar un poco la casa.

Mientras la República Dominicana, coopera, con dinero, servicios, entrenamiento, salud, remesas y recibiendo a una mano de obra buenas para ambas naciones, así como una importante migración el Gobierno haitiano, en la persona de sus jefes de Estado y de Gobierno, mantienen una campaña en contra de RD, que incluyó el pasado mes la prohibición del comercio terrestre, en violación a los acuerdos comerciales y a la razón, en perjuicio de su población.

¡Imagínense que Francia prohíba, sin razones sanitarias o comerciales, el tránsito de mercancías por la vía terrestre desde España!

Gracias, del nuevo, del corazón por su presencia

Dr. Ángel Lockward