En El Nacional del miércoles, Ruddy Germán Pérez, uno de los tantos periodistas que se iniciaron en Noti-Tiempo, acaba de publicar la crónica luctuosa de ese inmenso espacio radiofónico, sustento de las luchas por las libertades y derechos de los dominicanos durante más de medio siglo, muy especialmente cuando fue más necesario, en las décadas de los sesenta y los setenta.
Debe haberle resultado bien difícil a la empresa Radio Cadena Comercial cerrar un noticiario que buscaba ya su 58 aniversario, que durante décadas fue parte del alma nacional, de una cultura periodística, aliento de vida, canal de los que no tienen forma de participar en el concierto de las decisiones nacionales, desahogo de los oprimidos y portavoz de todas las causas libertarias y democráticas.
Me ha sido imposible ignorar la desaparición de Noti-Tiempo, por lo que representó junto a otros noticiarios de la época, como Radio Mil Informando, Radio Noticias, Radio Reloj Nacional, Noticiario Cristal y Noticiario Popular, en el derecho a la información y la orientación del pueblo dominicano. El periodismo radiofónico junto al diario El Nacional y luego Ultima Hora fueron fundamentales en el esfuerzo por evitar que la invasión norteamericana de 1965 generara otra tiranía, como la ocupación de 1916-24. Sin el arrojo informativo radiofónico no se hubiese mantenido cierto nivel de libertad de expresión, que en los años más duros fue casi la única diferencia entre dictadura de Trujillo y la de los doce años de Balaguer.
La muerte de Noti-Tiempo me toca en lo personal, ya que siendo su director en el período 1969-70 estuve a punto de perder la vida al menos en dos oportunidades, cuando me volaron mi primer automóvil la madrugada del 19 de marzo de 1970, y en octubre cuando una confidencia me alertó sobre un plan para darme el tratamiento que ese año cobró más de 300 vidas en una racha bandolera de exterminio político.
Llegué a Radio Comercial cuando ya Noti-Tiempo era toda una institución, tras el éxito que alcanzamos con “la noticia viva desde el lugar del hecho” a través de unidades móviles que en unos meses había disparado la audiencia de Radio Cristal. Pero aquello era como la catedral donde todos querían entrar. Y allí estaba de editorialista mi primo Héctor Díaz Polanco y una pléyade de reporteros, comentaristas y locutores que eran los sumos sacerdotes del periodismo radiofónico nacional.
Nelson Sánchez, Bonaparte Gautreaux, Eulalio Almonte, Héctor Amparo, Dania Goris, Fremio Brea y Flor María Tejeda encabezaban el elenco periodístico. Y las voces inolvidables de Pedro Pérez Vargas, Luis Armando Asunción, los hermanos Lilín y Johnny Díaz, Reinaldo Balcácer, Darío Aracena y Juan Nova Ramírez penetraban todo el ámbito nacional en 8 horas de 4 largas emisiones y boletines sin límites. Eran tan buenos interpretando comentarios y editoriales que a veces no sabíamos a quién asignarle los temas prioritarios como los del año nuevo.
Me abraza la nostalgia la memoria de aquellos años tan difíciles. Algunos domingos cuando a las 9 de la mañana concluíamos la revista semanal de Noti-Tiempo, La Historia de la Noticia, ya habíamos encajado dos y tres llamadas telefónicas advirtiéndonos que nos arrancarían la cabeza. Y así nos íbamos para Boca Chica o Palenque a botar el golpe. De noche nos cuidábamos de que no nos encontraran mal puestos en algún centro de diversión, aunque -¡que caramba!- de vez en cuando hacíamos entrada triunfal en el Típico Quisqueyano o en La Pipa que una noche se quemó de tanto fuego que allí se irradiaba.
Sería mezquino no recordar a José Brea Peña, el propietario que, como su colega de Radio Mil Manuel Pimentel, reunió habilidades y coraje para aguantar las ofensivas e intimidaciones de la guardia y las bandas de Balaguer interesadas en imponer el silencio. Cuando me pusieron la bomba fue solidario y protector, cuando me anunciaron la muerte, me pidió que volviera para México donde había estudiado, con todo y mi sueldo. Todavía quise quedarme, pero días después una falsa alarma de bomba en la antena de Villa Mella, disparó las tensiones al máximo y cogí la tregua. Era tan orgulloso que sólo acepté las prestaciones y me volví al México lindo y querido. Hoy a más de cuatro décadas, la triste muerte de Noti-Tiempo bien vale una misa.-