Por JUAN TOMAS TAVERAS
EL AUTOR es mayor general retirado de
Policía y periodista. Reside en Santo Domingo
La historia de las ferias del libro en República Dominicana comienzan en el 1951, como resultado de la instauración, en el 1950, del 23 de abril como Día del Libro, en honor a Miguel de Cervantes Saavedra en la dictadura de Trujillo.
Al momento de inaugurarse la primera etapa de la feria del libro en el país existían pocas librerías, desde esta década surgieron diversas librerías en todo el país, a lo que debe sumarse el número de centros comerciales que incluyen áreas de librería. De igual manera, eran muy pocas las bibliotecas existentes y aún persiste esta escasez.
La celebración de la feria del libro fue institucionalizada el 11 de marzo de 1973, para lo cual se creó la Comisión Organizadora Permanente de la Feria del Libro a nivel nacional. Ya para 1997, se decidió convertirla en feria internacional, dando inicio a la tercera etapa de la misma. Para esta tercera etapa, el 28 de enero de 1997, se cambia el esquema organizativo gerencial y se renueva la Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro. Con esta etapa se inició la tradición de elegir una nación como país invitado de honor y se dedica a una importante figura de las letras o movimiento literario, siendo España el primer país invitado y el último hasta ahora Panamá.
Desconocemos la manera de desarrollarse y los resultados de la primera y segunda etapa de las ferias del libro, pero de la tercera etapa hay mucho que decir, aunque no bueno.
En cada una de las celebraciones de la feria las críticas negativas han sido innumerables por nuestros intelectuales y analistas, los cuales han coincidido en la escasa temática cultural e incentivo a la promoción de la literatura y la cultura en sí. Entre los epítetos calificativos la han denominado feria del gobierno, feria de la chercha, el barrio en la feria o la feria convertida en barrio, la feria de los chimichurris.
Además de esto se ha mostrado un baja capacidad gerencial en la organización y el ordenamiento del transito y los parqueos. El centro de la ciudad capital en cada uno de los periodos de las “ferias del libro” se convierte en un verdadero caos.
Por otra parte, las ferias en todas las vertientes de productos o enfoque que se trate busca promover a través de competencias de precios muy por debajo de los precios estándar, sin embargo en nuestra feria los precios se mantienen igual o hasta mas caros que lo tradicional, lo que resulta ser contradictorio a la esencia de las ferias con relación a los precios.
Es penoso y muestra de pobreza cultural una feria del libro que no promueve la cultura ni las artes y se limita a la publicidad y propaganda estatal… Esta feria debiera ser el escenario para concursar todos los centros educativos en literatura en general, lectura comprensiva rápida, artesanía, habilidades o actitudes artísticas en general; todo tipo de escultura, dibujo, pintura, baile, canto, poesía, cuentos, teatro, cine; así como diferentes habilidades deportivas, etc.
Un evento en donde participan todas las instituciones del Estado, en la que se gastan millones y millones en propaganda vacía y demagógica, viene a ser un instrumento de politiquería más, pero una politiquería barata que sale muy cara. Y lo peor de todo a costilla de los bolsillos del pueblo que paga los impuestos.
Estos nefastos resultados que, cada año tristemente vemos llegar, debe llamar a la reflexión a los responsables de organizar esta disque feria del libro, evaluando resultado versus gasto para invertirlo en un verdadero desarrollo cultural en los más elevados estándares de calidad.
Por último, es de rigor preguntarnos si es válido el resultado versus gasto, cuántas otras cosas para beneficio de la cultura podrían crearse con los gastos en cada feria del libro, con los millones que se gastan en estas ferias.