AÑO NUEVO   He querido aceptar la invitación del Obispo Emérito de la Iglesia Episcopal/Anglicana Dominicana, Telésforo Isaac, querido amigo desde los tiempos en que nos propusieron el ecumenismo y lo practicamos con entusiasmo y coherencia, para hacer mi meditación de comienzo de año, dejando atrás las rémoras, errores y mezquindades del tiempo superado para proyectarnos espiritualmente durante los próximos meses.
    Isaac me premia frecuentemente enviándome sus artículos mediante esa inmensa posibilidad de hoy que es el correo electrónico. Debería tener un espacio fijo en algún periódico. Dejo que se exprese por este medio: ”A principio del nuevo año secular, muchas personas hacen promesas, determinan objetivos, y fijan metas. Esto es muy buen ejercicio mental, aunque no se logra todo lo pensado y planeado. Hay sin embargo, un aspecto de la existencia individual y colectiva que no debe ser pasado por alto: es el semblante de la vida espiritual, el examen del alma, el reconocimiento de la condición de la existencia, y la relación que hay como ser humano, criatura de Dios, y ente social por naturaleza y necesidad.”
    Este auténtico pastor de alma, descendiente de inmigrantes casi siempre indocumentados, nos recuerda que “El principio de año es tiempo propicio para la meditación, tiempo para preguntarnos, ¿Quiénes somos, cual es la condición real de la vida? ¿Cómo se puede existir en esta sociedad y ser persona íntegra, sincera, amorosa, servicial, y de buen testimonio? ¿De qué manera se puede ser padre y madre ejemplares, vástagos disciplinados, ciudadanos  cabales, emprendedores honestos, empleados/obreros justos? En fin, hagamos ruegos y compromisos de ser hombres y mujeres viviendo a la sombra del Omnipotente Creador, del Majestoso Salvador y del Santificado Espíritu Santo”. 
    Confieso que el pragmatismo salvaje, la ley de la conveniencia, el individualismo, el hedonismo y la corrupción que se han impuesto en nuestro país son tan apabullantes que propósitos como los enunciados por mi amigo Telésforo lucen como utopías, fruto de idealistas que se resisen a vivir la realidad de la vida..
    Contra se sentimiento frustratorio tenemos que rebelarnos, sobre todo los pastores de alma, los líderes de todos los estamentos sociales y muy especialmente quienes ejercemos la función social de la comunicación, quienes pretendemos ser candil de la calle, para lo cual es imprescindible que sepamos alumbrar nuestro propio camino, nuestros espacios personales, familiares y sociales.
    El periodismo y la comunicación nacional precisan un gran reencuentro con los valores y principios éticos del oficio, que nos mandan investigar, profundizar sobre los problemas nacionales y universales de nuestro tiempo, para ayudar a quienes nos ponen atención a tomar las decisiones convenientes a su desarrollo integral, personal y social.
Desde que estudié comunicación, los maestros me enseñaron que no hay mensajes neutros, que toda comunicación conlleva un compromiso, primero con la verdad y la objetividad, y luego con la suerte de la comunidad. Nos está prohibida la manipulación, la exclusión de las opiniones y posiciones de los demás, el desprecio por la diversidad.
Se nos inculcó que el origen etimológico de la palabra de comunicación es del latín comunis, lo que implica hacer común las cosas, los bienes, las riquezas materiales y espirituales, las luchas, sueños y esperanzas. Por lo que el bien común constituye la hipoteca social del periodismo y la comunicación.
Comprendo que esta reflexión, que se constituye en propósito para el nuevo año, provocará risas y hasta burlas en algunos casos, pero me he atrevido a plantearlas siguiendo las pauta de monseñor Isaac, porque estoy seguro que acariciarán el alma de la mayoría de mis lectores.-