Por Marino Ramírez Grullón

Las migraciones de seres humanos en diferentes épocas, y condiciones infrahumanas han sido temas constantes de análisis durante mucho tiempo por economistas y sociólogos en todas partes del mundo.

Regularmente la gente se mueve de un territorio a otro en busca de mejores condiciones de vida o víctimas de conflictos que se generan en los países donde viven.

Ha pasado históricamente desde el surgimiento de las naciones, siendo por condiciones internas violentas las mayores migraciones.

Sin embargo cuando estos movimientos humanos se dan en territorios pobres agravan más la miseria que los envuelve.

La República Dominicana durante más de 50 años ha visto incrementar estas migraciones del campo a la ciudad sin que ningún gobierno dentro de la democracia tome medidas reales para evitarlas.

Comunidades enteras se han quedado vacías trasladándose de una manera u otra sus moradores hacia zonas urbanas lo que hace daño a la unidad territorial pero también a todos los elementos que componen la producción agrícola de una región.

Dentro del trecho que compone la frontera dominico-haitiana estos casos son penosos, estos pueblos han sido ocupados por ciudadanos de origen haitiano que con el tiempo serán los propietarios legales de las tierras dejadas por los nacionales.

Las mudanzas de los dominicanos a zonas urbanas normalmente de manera ilegal tienden a saturar o presionar la vida en las ciudades obligando a condiciones de vida infrahumanas de los migrantes internos.

De esa manera hemos visto crecer la ciudad de Santo Domingo luego de la muerte de Trujillo de una manera tan desordenada que toda la orilla de los ríos Isabela y Ozama fueron ocupadas por migrantes.

A eso añadirle otras ciudades como Santiago, Romana, La Vega y la región Este.

Todavía en estos momentos donde se supone que tenemos un crecimiento económico de primer orden y donde debería haber menos pobres vemos como nadie quiere vivir en zonas rurales instalándose en territorios urbanos en busca de una supuesta mejor vida que nunca está por llegar.

A estas migraciones masivas de dominicanos del campo a la ciudad la mejor respuesta es crear centros de aprendizajes de todos los niveles en sus zonas de origen pero además fuentes de trabajo y promover la producción agrícola e industrial pero de una forma masiva dentro de un criterio permanente de financiamiento estatal.