JASON BOURNESANTO DOMINGO.- Mucho ha llovido desde la última vez que Matt Damon encarnó a Jason Bourne. En aquel entonces veíamos el espía amnésico creado por Robert Ludlum que se escapaba a tiro limpio de los agentes de la CIA con tal de recuperar la memoria. Y parecía que la historia concluiría con el final de “The Bourne Ultimatum”.

Pero ahora el regreso de Matt Damon y de Paul Greengrass al universo de espionaje de Jason Bourne ha sido lo mejor que le pudo pasar a la franquicia, puesto que esta nueva entrega, también titulada “Jason Bourne,” es una secuela que funciona con la misma acción trepidante que caracteriza la saga.

En cada ‘setpiece’ se siente una tensión que no da tiempo ni para respirar una vez que Bourne sale de las sombras para terminar de aclarar su pasado.

En esta historia han transcurrido doce años desde el enfrentamiento de Jason Bourne (Matt Damon) con la CIA para exponer la verdad sobre el programa Treadstone.

Y Bourne ha recuperado parte de sus recuerdos y pasa el resto de sus días en el anonimato. A veces, se gana la vida en peleas clandestinas rompiendo los rostros de algunos fortachones.

En el otro lado del mundo Nicky Parsons (Julia Stiles) intenta hackear los servidores de la CIA para revelar una terrible verdad conectada a los orígenes de Bourne.

Pero cuando es descubierta por la sección de seguridad informática manejada por la experta Heather Lee (Alicia Vikander), termina siendo rastreada junto con el paradero de Bourne.

Para la mala suerte, Robert Dewey (Tommy Lee Jones), el director de la CIA ordena la cacería de ambos para proteger la información comprometida.

En medio de un orbe caótico golpeado por la crisis económica y por la guerra cibernética, Jason Bourne surge nuevamente de forma inadvertida para reanudar la búsqueda de respuestas y sobrevivir como el asesino perfecto.

La idea de Greengrass es trasladar a Jason Bourne a un escenario contemporáneo marcado por el panorama conspirativo que propagan los temas de la privacidad, la vigilancia y la ciberseguridad en una era digital tutelada por el espionaje tecnológico.

También nos habla de la inestabilidad geopolítica de Europa y de la lucha burocrática dentro de los servicios de inteligencia.

Greengrass, quien también escribió el guion junto con el montajista Christopher Rouse, consigue un ritmo efectivo para construir las secuencias y las motivaciones de los personajes.

En lugar de impulsar a Bourne hacía la organización, concibe que la agencia vaya tras Bourne porque Heather logra localizarlo por coincidencia. Luego deciden que es tiempo de eliminarlo.

De las actuaciones podemos decir que Damon, Vikander, Cassel y Lee complementan lo que vemos. Además de ofrecer múltiples puntos de vista, los personajes que ellos interpretan tienen su propio dietario oculto.

Nuestro colega Damon interpreta a un Jason Bourne más oscuro, pero sigue siendo el mismo que te puede derrocar una tropa completa con un par de tenacillas y un soplete, y con tan solo 25 líneas de diálogo entendemos por qué habla a trompadas limpias.

Lo mismo sucede con Vikander como Heather, quien interpreta a una mujer fría y calculadora que posee su propia agenda, pues sabemos lo que planea por la manera en que se expresa.

Lo interesante es que Greengrass devuelve a Bourne a sus raíces revelando los secretos ausentes de su enigmático comienzo, sobre todo porque el trance de identidad de Bourne siempre ha sido el motor narrativo de la saga.

Y gracias a eso, es un thriller de acción eficaz. Me ha dejado entretenido durante dos horas de persecuciones, puñetazos, tiroteos, adrenalina y la más clara señal de que Bourne regresará.

Por Yasser Medina