KABUL.- El bombardeo en Afganistán con el proyectil GBU-43, apodado la “madre de todas las bombas”, ha acabado con una estratégica base del Estado Islámico (EI) y la vida de al menos 36 de sus miembros, aunque autoridades locales en la provincia de Nangarhar hablan ya de al menos 92 muertos.

“Era el arma correcta contra el objetivo correcto”, indicó hoy en rueda de prensa el jefe del contingente estadounidense en Afganistán, el general John Nicholson, al hacer balance del bombardeo que se produjo ayer y en el que Washington dio luz verde al uso de la bomba convencional más grande empleada desde la II Guerra Mundial.

El portavoz del Gobernador de Nangarhar, Attaullah Khogyanai, informó a Efe de que el número de combatientes del EI abatidos en la operación era de 92, aunque desde el Ministerio de Defensa de Afganistán rehusaron confirmar o desmentir esta cifra y señalaron que mañana se ofrecerán nuevos datos.

“En base a la información inicial que tenemos hasta ahora, 92 miembros del EI, la mayoría de ellos extranjeros y líderes, murieron”, dijo Khogyanai.

Nicholson, también máximo responsable de la misión de la OTAN en el país explicó que el objetivo era acabar con un complejo de túneles, cuevas y búnkeres en el distrito Achin de Nangarhar, que el EI utilizaba como una base de operaciones.

En ese contexto, dijo Nicholson, la bomba, de 10 toneladas, se presentaba como “un arma efectiva” para acabar con un “gran obstáculo” en la lucha contra el grupo yihadista en Afganistán.

Nicholson mantuvo que hasta el momento se han contabilizado 36 muertos en el ataque y subrayó, como ha venido informando el Ejecutivo de Ashraf Gani, que no se han producido bajas civiles.

El portavoz del Ministerio de Defensa afgano, Dawlat Waziri, precisó en la misma rueda de prensa que solo una familia vivía en las cercanías del lugar del bombardeo y que había sido evacuada ayer, pocas horas antes de la acción militar.

“El área bombardeada era imposible de despejar sin esta operación y era la única opción contra esta base, ya que en una parte tenía una profundidad de cerca de 30 a 40 metros”, indicó.

El portavoz militar indicó que el “bombardeo fue efectivo y un paso útil porque destruyó la principal base del EI” en el país.

Fuentes consultadas por Efe indicaron que la base estaba ubicada en una zona montañosa en la parte más elevada del Valle Momand, en el distrito Achin.

El vicejefe del Consejo Provincial de Nangarhar, Zabihullah Zmarai, indicó a Efe que en los últimos dos años, cuando el EI hizo su aparición en Afganistán, el grupo yihadista expandió y mejoró el antiguo sistema de conductos existente y construyó otros túneles para hacerlo más resistente a los bombardeos en la zona.

Zmarai, que en varias ocasiones ha formado parte de las operaciones sobre el terreno de las fuerzas afganas, explicó a Efe que la “gran bomba” era la gran esperanza para acabar con ellos.

Mientras las tropas afganas y estadounidenses están sobre el terreno y continuarán la tarea de “despeje”, las reacciones no se han hecho esperar.

El jefe de Gobierno, Abdulá Abdulá, indicó en Twitter que la bomba fue lanzada en coordinación entre los dos países en una zona que el EI usaba como campo de entrenamiento, depósito de armamento y base.

“Muchas familias hace tiempo que fueron desplazadas del área por la brutalidad del EI”, indicó, al asegurar que el Gobierno tuvo “mucho cuidado” de no causar daños entre la población civil.

“La naturaleza conjunta de la operación muestra nuestra común resolución para eliminar el EI y los santuarios terroristas de nuestro país”, dijo.

Pero también ha habido voces críticas con la operación, especialmente sonora la del enviado especial de Gani y embajador afgano en Pakistán, Omar Zakhilwal, quien, también en Twitter, calificó el lanzamiento de la bomba de “reprobable y contraproducente”.

“Si las bombas grandes fueran la solución nosotros seríamos hoy el país más seguro de la Tierra”, agregó.

Mucho más duro se mostró el expresidente Hamid Karzai, que condenó “vehementemente y en los términos más duros” la acción.

“Esto no es la guerra contra el terror, sino el uso equivocado inhumano y más brutal de nuestro país como terreno de pruebas para nuevas y peligrosas armas”, señaló.

El ataque se produjo después de que el Gobierno de Afganistán afirmara esta misma semana que el número de insurgentes del EI en el país es inferior a 400 y que el año pasado abatió a unos 2.500 miembros del grupo, lo que redujo su presencia a sólo dos de las 34 provincias afganas

También la misión de la OTAN en Afganistán informó la semana pasada de que en los dos últimos años ha reducido a la mitad el número de miembros del grupo terrorista y en más de un 60% el territorio controlado por el EI en el país.