Transitaba por la Avenida San Martin de esta ciudad capital el domingo estremecido positivamente por una edificante homilía del Párroco de la Iglesia San Juan Bosco, cuando de repente mi corazón se entristeció al observar- nuevamente- en la acera de los periódicos EL NACIONAL y HOY a Josef Rosario.

Es un ser humano, él decía ser holandés, al cual una trastada del destino lo tiene deambulando, harapiento y convertido en un desquiciado mental. La trapisonda ocurrió hace 25 años cuando Josef Rosario vino a este país como turista, luego retornó a Holanda, siendo devuelto para acá por carecer de documentos probatorios de su nacionalidad holandesa.

Lo convirtieron en un apátrida. Ahí comenzó su viacrucis, sólo, en un país extranjero, sin familia, ni dinero. En su momento se tejieron una serie de teorías, a saber algunas: su familia lo había desterrado para apropiarse de una herencia; sus documentos holandeses habían sido usados por otra persona para viajar a sin su consentimiento; entre otras.

Sean cuales sean las causas, la realidad no es otra sino que desde entonces Josef Rosario vive en la miseria absoluta, teniendo como oficio la mendicidad, sustentado en la caridad de los transeúntes y en especial la de los empleados de EL NACIONAL y HOY. Han transcurrido 25 años y su caso no ha sido resuelto, por el contrario su vida y persona se han deteriorado a tal punto que su estado mental no le permite suministrar certeza sus datos biográficos.

¡Cuánta indiferencia ante el dolor ajeno! ¡Que infravaloración al ser humano! Ni las autoridades holandesas han hecho los esfuerzos reales por dirimir ese caso ni las dominicanas tampoco. La degradación en vida es lo que ha sufrido como escarnio Josef Rosario en un cuarto de siglo en este país.

Entendemos que nuestra descomposición como nación viene desde esos tiempos tal vez. No en vano nos hemos destacado tanto en tener lugares de principalía en corrupción gubernamental, en narcotráfico/mafias/sicariato, en infuncionabilidad y desorden institucional, en incapacidad para optimizar los servicios públicos, en indolencia estatal. Somos realmente unos alumnos aventajados del desastre.

De ahí la negativa a entregar el 4% del presupuesto para la Educación. De ahí el auge de las importaciones masivas de alimentos en desmedro de los productores nacionales. De ahí el gasto de RD$100 millones en una gira presidencial sin la obtención clara de beneficios. De ahí el nepotismo en las instituciones de socorro. De ahí la desconfianza en las instituciones del orden y salvaguarda del Estado. De ahí el desprecio por el cuido de nuestras fronteras. De ahí el fracaso del desayuno escolar. De ahí los feminicidios y fratricidios; los crueles asaltos con asesinatos; el auge de la industria del secuestro; los menores de edad en todo tipo de actividad delictiva e infortunadamente muchos más de ahí.

Al perder nuestra sensibilidad como Nación estamos llamados a desaparecer, nadie puede dar lo que no tiene. Si el desprecio, el irrespeto, la burla, el odio, el oprobio y la persecución es cuanto reciben los ciudadanos dominicanos eso mismo reflejarán. Así actuarán. Así se expresarán. Así nos proyectaremos ante el mundo.

Implorémosle a Dios para que toque los corazones dominicanos y provoque un cambio espiritual en nuestras vidas, por igual oremos para que la misericordia Divina se apiade de nuestros nacionales convertidos en Josef Rosario por el mundo.