Por Juan Cruz Triffolio

 

Su nombre es sinónimo de poesía.

Sus innegables y hermosos aportes a la creación literaria universal son propios de un autentico maestro en el intricado arte de escribir.

Su contenido en el poema, tan heterogéneo como la propia vida, es una muestra irrefutable de su descomunal y prolífico ingenio.

Hablamos del dominicano, don Manuel del Cabral.

El fino y colosal versificador, progenitor de inauditos e incontables poemas de un calado y una belleza envidiable.

Razón tuvo el influyente diario norteamericano, The Miami Herald y el no menos acreditado periódico El Fígaro de París, Francia, en resaltar, entre los doce poetas de mayor  notoriedad en el mundo, el nombre del laureado progenitor de la imperecedera composición conocida como Compadre Mon, por sólo mencionar un ejemplo.

Y es que don Manuel lo merece todo por haber convertido su pluma en un poderoso cincel para esculpir obras preñadas de sublimidad y belleza que enaltecen el alma humana y retratan de cuerpo entero nuestra idiosincrasia nacional, sin dejar de tocar el intrincado submundo de la metafísica y el amor en sus más diversas expresiones.

Nos ensenó a no olvidar y disfrutar con orgullo dominicanista la irresistible sonoridad del cuero que nos incita a la cadencia y los movimientos danzantes que envuelve nuestro ritmo musical por excelencia en el ambiente del sano esparcimiento.

Es don Manuel del Cabral, el inagotable y vehemente Maestro que nos muestra en sus creaciones la posibilidad de hablar del Ano, El Chele, El Mosquito y Papá Semen, entre otros temas aparentemente banales, para dar paso a una metamorfosis capaz de impregnar al contenido la sublime y extraordinaria graciosidad propia de quienes lucen encarnar la deidad en la escritura sin sacrificar el contenido y su trascendencia en el cotidiano vivir.

Sin embargo, no han valido sus extraordinarios aportes para que de manera voluntaria o no, don Manuel del Cabral y la Fundación que desde hace unas tres décadas lucha incansablemente por mantener vivo su pensamiento y contribuciones a la cultura, puedan continuar siendo una realidad, tanto en su lar nativo como en los confines universales.

Desde hace unas cuantas semanas, se le pretende agredir y aniquilar de una manera despiadada.

De forma desconsiderada, representativos del Ministerio de Cultura han informado a los directivos de la Fundación Don Manuel del Cabral, que deben abandonar, en un corto tiempo, el local que por más de 15 años ocupa esa institución cultural, en la cercanía de la legendaria calle La Atarazana, en la Ciudad Colonial de Santo Domingo de Guzmán.

Se alega que el inmueble, que fuera asignado por el poeta Tony Raful, a la sazón Secretario de Cultura, será sometido a remodelaciones para luego utilizarlo con propósitos desconocidos.

Siendo así, es lastimoso que tal decisión sea materializada, importando poco los aportes que desde hace un considerable tiempo viene realizando la Fundación Don Manuel Cabral, y lo que en realidad esta institución representa para el quehacer educativo, principalmente en la zona donde se encuentra enclavada y sus entornos.

Desalojar ese colectivo cultural del local que actualmente ocupa no sólo es algo que se contrapone con las responsabilidades básicas y motivos de existencia del Ministerio de Cultura, sino también, un olímpico contrasentido existencial con la formación, principios y labor literaria e intelectual que todo ser sensato está llamado a reconocer en la persona del licenciado Pedro Vergés,  quien hoy encabeza el referido organismo estatal.

La memoria del poeta don Manuel del Cabral, al igual que la dedicación y el sacrificio mostrado por quienes dirigen la Fundación que maneja su legado no merecen sufrir tan lacerante recompensa.

De esa manera ha sido interiorizada la sorpresiva e irreverente pretensiones de desocupación por alrededor de dos mil intelectuales, literatos y forjadores de opinión, tanto a nivel nacional como internacional, en un documento firmado que próximamente será enviado al despacho del Ministro Vergés.

Pretender patear la memoria y la poesía de don Manuel es una necedad..!!

Expresar una disculpa ante la desacertada medida de desalojo y buscar un bajadero para evitar sus reprochables y lacerantes consecuencias, podría ser lo más prudente y conveniente para todos.

Aún se está a tiempo, sin dobleces ni cretinismo.

Mientras tal decisión ocurre, permítasenos revivir como estímulo al  alma humana y reconocimiento al gran poeta, don Manuel, un fragmento de su ingenio:

¿Quién ha matado este hombre

que su voz no está enterrada?

Hay muertos que van subiendo

cuanto más su ataúd baja…

El autor es Sociólogo y Comunicador Dominicano