Servio-tulio-castañosServio Tulio Castaños, el dilecto vicepresidente ejecutivo de la Fundación Institucionalidad y Justicia ha vuelto a deplorar que la sociedad dominicana refleje,  “de manera dramática, una crisis de valores que incluye el debilitamiento de las instituciones y la pérdida de confianza en la eficiencia y transparencia en la gestión de los servicios públicos”.

Para otros la crisis es más profunda, fundada en una histórica devoción y sumisión al poder, sin importar el grado de corrupción, los niveles de represión, engaño y violencia, que pueden implicar el fusilamiento de héroes nacionales, como Francisco y María Trinidad Sánchez, Manolo Tavárez o Francis Caamaño, por haber desafiado a los gestores de la iniquidad.

Es una sumisión tan acendrada, que comenzó frente a los exterminadores de la población indígena y siguió con la esclavitud y la exclusión, promovida hasta por las jerarquías eclesiales que nos impusieron como patrona la virgen a la que la ignominia oficial atribuye la protección de los poderosos conquistadores frente a los indefensos. No hay dudas que gran proporción de los religiosos de hoy, abominan de ese planteamiento y trabajan por la liberación espiritual, pero parece que es difícil desarraigar la ignominia.

Esa devoción por el poderoso explica que sólo siete caudillos hayan gobernado la República por más de dos tercios de su historia, reeligiéndose una y otra vez: Pedro Santana, Buenaventura Báez, Lilís Hereaux, Horacio Vásquez, Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández. Los dos  últimos también dos tercios del posttrujillismo.

Danilo Medina va en camino de sumarse a ese exclusivo club, reproduciendo los mismos “valores”: completó la obra de su antecesor en la desarticulación de los partidos que le hacían “oposición”, comprando sus dirigentes con los recursos del Estado, y de igual forma “conquistó” bloques enteros de diputados y senadores, como se ha hecho con todo el que ha querido acceder a riquezas rápidas y privilegios, no importa que sean jerarcas políticos, religiosos, sindicales, intelectuales o comunicadores sociales. Y a un millón de los pobres se les ha dejado  caer migajas de la mesa, con lo cual su atavismo cultural los deja satisfechos.

Al dar cuenta de los resultados de la última encuesta Hallup-HOY el lunes 25 de abril, este periódico tituló arriba, en su página 8-A: “El 63% votaría por Danilo y ganaría en  primera vuelta”. Al centro otro título expresaba:  “El 63% cree usan fondos públicos a favor de DM”. La Gallup-HOY de julio 2015, días después de la última reforma constitucional para la reelección, registraba el mismo 63% de preferencias electorales a favor de Danilo, con 64% aprobando la burla de la Constitución, aunque el 52% de los mismos encuestados estuvo de acuerdo que para lograrlo “había corrido el dinero”, con sólo 26% en desacuerdo.

En esta  última Gallup-HOY, el  33% considera que la corrupción es mayor que antes y otro 31% que es igual, para sumar 64%, el 82% señaló la delincuencia, o el robo, asalto y sicariato, como principales preocupaciones.

Algunos analistas estiman que la aprobación del gobierno se debe al crecimiento económico, pero los encuestados no lo aprecian así: 46%  señaló el desempleo como principal problema, 58% ve la situación económica del país mala o muy mala, (sólo 15% buena o muy buena), 45% estima mala o muy mala su situación económica personal, (sólo 20% buena o muy buena) y 53% considera que al final del gobierno la situación económica será igual o peor, contra un 26% que ls espera mejor.

¿Cómo se explican todas estas contradicciones? Cinismo, en las capas sociales más educadas y mejor situadas económicamente, especialmente de los beneficiarios de la corrupción y distribución del patrimonio público. Alienación y sumisión de las masas ignorantes que agradecen felices hasta un pollo, y resignación y frustración en muchísima gente que quisiera vivir en un país mucho mejor. Finalmente, hay un segmento social que rechaza la alienación, no concilia con la corrupción, ni se resigna ni se deja frustrar, ¿En cuál grupo se sitúa usted, señor o señora lectora?