JUAN BOLIVAR DIAZQuedé  impactado el martes 15 cuando leí  que el presidente  de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) propone la eliminación de la tanda nocturna de la educación media, por la inseguridad que afecta a estudiantes y docentes, incluida la venta de drogas en los perímetros de esos centros educativos.

La propuesta del profesor Eduardo Hidalgo es tan absurda e improcedente como la que se viene formulando alegremente, acompañada de campañas en medios de comunicación, para que se prohíba el transporte de más de una persona en las motocicletas, porque son utilizadas con mucha frecuencia para asaltos, por la facilidad con que se desplazan para evadir la persecución. Ambas  constituyen soluciones falsas, que generarían graves efectos sociales secundarios,  palos de invidentes, sin medir consecuencias  sociales ni mucho menos combatir la raíz de los problemas que se quieren enfrentar.

Me impactó la propuesta de Hidalgo, ya que me tocó realizar la educación secundaria en el único liceo nocturno que existía en la capital dominicana al final de la década de los cincuenta, el Eugenio María de Hostos, que operaba, lo mismo que el diurno Argentina, en la calle Juan Isidro Pérez en San Antón.  De no haber existido la secundaria nocturna, es probable que me hubiese tocado quedarme en el nivel primario. Miles de jóvenes trabajadores, muchos luego distinguidos profesionales, estudiaron allí, con profesores de primera categoría, como Ivelisse Prats Ramírez, Juanita Gómez, José del Carmen Rodriguez, Dolores Jiménez, Vendrel, Villalona y muchos más.

Lo extraño es que una propuesta tan simplista provenga del presidente del gremio de los maestros, ya que afectaría no sólo a decenas de miles de estudiantes, sino también a varios miles de los miembros del gremio que él representa. Aunque  propone, como parche,  que estudien los fines de semana, para que sean bachilleres de segundo nivel.

El registro del Ministerio de Educación  indica que en la tanda nocturna de la educación media operan 148 centros docentes, con 45 mil 761  estudiantes en el Distrito Nacional y 24 provincias,  de ellos 68 en el gran Santo Domingo y  24 en Santiago. Lo que propone Hidalgo es privar a decenas de miles de personas  de su derecho a la educación, como si de esa manera se pudiera reducir la delincuencia o eliminar la venta de drogas que proliferan en todos los barrios, y también en los perímetros de los liceos diurnos.

Los que abogan por prohibir un  segundo ocupante en los motores, parecen ignorar que hay 2 millones de esos vehículos  en el país, y que la mayoría son utilizados para llevar hijos, esposa y otros familiares a escuelas, centros laborales y diligencias personales. También que por lo menos una tercera parte, cerca de 700 mil son utilizados como “moto-conchos”, que sólo en el gran Santo Domingo  transportan el 11 por ciento de los pasajeros, más que el metro y los autobuses de la OMSA juntos.

Por calles, caminos y carreteras la mayoría de los motores llevan dos personas, por lo que su prohibición es absurda, multiplicaría los problemas  de transporte,  y agravaría su costo, que para amplios segmentos ya implica el 25 por ciento de sus ingresos, y que dejaría a cientos de miles sin el medio de ganarse la vida, empujando a muchos a la delincuencia.

El moto-concho es un medio de transporte fruto de nuestra miseria social, que cobra el 60 por ciento de las víctimas de accidentes de tránsito, que alguna vez deberemos superar, y que mientras tanto requiere ordenamiento y controles, siquiera lograr la meta de dotarlos de placa de identificación y cascos protectores y limitar a dos sus ocupantes.

Ambas absurdas propuestas son una forma de jugar al avestruz, escondiendo la cabeza, para no promover soluciones de fondo a la delincuencia y el tráfico de drogas. Parece que damos por hecho que no podemos contra esos graves males.-