índice

Por Manuel Hernández Villeta
El ejército  de Don Nadie, será el ganador en las votaciones del 15 de mayo. En las cercanas elecciones nacionales, el ejército de los chiriperos, los desempleados, los excluídos, los campesinos sin tierra, los que carecen de facilidades para estudiar, para comer, para ir a un centro médico, pondrá la diferencia en las urnas.
Una mayoría sin cabeza y sin corazón, sin esperanzas y sin donde ocupar las manos, pero que tiene la posibilidad de ser igual al gran empresario, o al político de saco y corbata. Su espacio es de  seis de la mañana a seis de la tarde. Doce horas para cambiar o mantener la trayectoria del país.
El voto de los excluídos en muchas ocasiones ha sido determinante, y en otros un papel que se va con el robo de las urnas, las alteraciones de los votos, los traslados del padrón y miles de suterfugios.
No son pendejos, sino hombres que actúan de acuerdo a sus circunstancias. Es su hora de sumisiones, de incertidumbres, de pasar el trago amargo de la miseria. Esa mayoría silente y temerosa es el mismo eje de los cambios sociales, narigoneada por un hombre de pantalones que vende la ilusion  de un cambio y seguridad social.
Trujillo, ese Rafael Leonidas que muchos quieren ignorar y prohíben que se estudie, surgió producto de esa desesperanza social. El hombre de la campiña, el morador del barrio marginado vio esperanzas iniciales en la palabra de un hombre a caballo, que entraba en contradicciones con las castas gobernantes.
Trujillo desde su inicio fue un peón bañado en sangre ajena, aupado por  la intervención militar norteamericana,  fue un hombre de sable, de polainas, de cortar cabeza, pero no surgió de la chistera de un mago de circo, sino que lo hizo, lo procrearon, las grandes desigualdas sociales, donde una mayoría paralítica estaba a la espera de un salvador.
Los dictadores que se mantienen a golpe de sable, son echura de coyunturas sociales y en muchas ocasiones cuentan con la complicidad peruna de muchos intelectuales, que le lamen las botas, y en las cercanías del derrumbe, son los primeros en abandonar el barco y cambiar de chaquetas.
La sociedad dominicana tiene hoy un programa claro de necesidades que están circunscritas en la educación, la salud,  el empleo, la tierra y la vivienda. No se necesita un salvador milagroso para ejecutar este programa. No cabe en la sociedad dominicana de hoy un asesino político como Trujillo con charreteras y sombrero de flequillos.
Se avanza en la modernización y hay que fortalecer la marcha hacia un desarrollo integral y colectivo del pais.